Basaré mis comentarios en resultados preliminares de una encuesta realizada a una comunidad escolar que atiende a familias con un 85 % de vulnerabilidad social, ubicadas en seis comunas de Santiago[1].
Lo primero, que debo señalar es que el 15 de marzo, la familia chilena se llevó la escuela pública a su casa. Las escuelas y jardines infantiles se organizaron para que las familias pudiesen ir a buscar materiales, cuando no tenían acceso a impresión o a Internet y también requerían de la alimentación que recibían por parte de la JUNAEB.
¿Qué aprendimos de esta primera consulta?
Primero, que las familias hicieron el esfuerzo de llevar la escuela al hogar, pero que no podían generar ni el espacio y/o condiciones para video-estudiar adecuadamente, ni contaban con los apoyos para aprender, pues adultos a cargo debían trabajar o no contaban con los conocimientos para un correcto apoyo.
Que la escuela pública hizo todos los esfuerzos mandatados por el MINEDUC para levantar la docencia en contexto de emergencia, pero frente al desamparo de la escuela pública respecto del uso de soluciones tecnológicas para todos, las acciones centralizadas se hicieron complejas y entonces el ministerio abortó el trabajo inicial, adelantando las vacaciones de invierno.
Que hablar de vacaciones de invierno fue errado, economicista, bajándole el perfil a una emergencia escolar, y perdiendo tiempo en ayudar a las familias para organizar sus vidas, enfrentar un contexto de miedo, de estrés emocional, de precarización de la salud mental por el encierro y de incertidumbre respecto de la muerte.
Cercano el 27 de abril, la cuestión fue abrir o cerrar las escuelas, generando una disputa entre economía y educación, que bien pudo calificarse de acto suicida.
Consultamos nuevamente.
El 98% de las familias, señalaron que preferían el retorno a clases cuando la pandemia esté controlada. Temen que sus hijos y familias se contagien y los brotes en la escuela. Dudan que se pueda mantener la distancia física. Su mayor problema está puesto en tratar el ánimo de sus hijos e hijas y recobrar el sentido de sus familias.
Consultado el personal docente, el 97% preferiría el retorno a clases cuando la pandemia esté controlada, ya que ven muchas dificultades para mantener un proceso de aprendizaje si hay un alto riesgo de contagio para ellos y las familias.
Están de acuerdo con buscar maneras para intentar tener un año escolar con cierta normalidad, pero les preocupa el bajo ánimo que tienen sus estudiantes, su inexperiencia en clases a distancia, y las capacidades de las familias por acceso a Internet y computadoras. Sienten mucha incertidumbre y temor por el futuro, pero tienen la esperanza que esto va a pasar pronto.
¿Qué orientaciones podemos ofrecer frente a la reapertura de las escuelas?
Que no podemos reanudar las clases presenciales porque no hay evidencia empírica suficiente para determinar si la paralización de las escuelas es una variable efectiva para el control de la pandemia. Intentar aislar la variable escuela de otras intervinientes, puede significar una controversia bioética frente a la falta de protección a la integridad física y psíquica del estudiantado chileno.
Las familias vulnerables necesitan fortalecer el bienestar familiar en materias asociadas con el sentido de la familia, el autoconocimiento, el desarrollo personal, junto con estrategias que permitan apoyar los proyectos de vida familiares, donde el cuidado de la salud mental resulta prioritario.
Debemos generar campañas educativas para el uso de Internet seguro y los filtros parentales respecto de lo riesgos del Internet y las redes sociales y así prevenir el abuso sexual, el acoso escolar y la prevención del consumo de drogas.
Los depredadores de infancia no descansan y muchas veces entretienen a las familias con ensordecedores y amenazantes fuegos artificiales o con ayudas materiales aprovechándose de la precariedad familiar.
Es necesario apoyar a la docencia en el desarrollar de nuevas conciencias sociales para aprender por medio del arte, la música, la danza, el teatro, la escritura y la lectura como medio de expresión y de juego dentro del hogar.
Ello permitirá fortalecer el lenguaje, entender a la otredad, mejorar la comunicación, el desarrollo del pensamiento crítico y creativo donde la familia puede ser la protagonista. Ello además puede potenciarse si el canal que ANATEL ha dispuesto también apoya en estos términos.
Es necesario eliminar el impuesto al libro para dar facilidades a que los distribuidores ayuden a mejorar el acceso a la cultura. Ello potenciará Pymes y equilibrará la deuda educacional a la que mundialmente nos enfrentaremos este año. La literatura infantil y juvenil pide acceso a gritos.
Necesitamos acelerar las soluciones tecnológicas en las escuelas. La experiencia de un computador, un estudiante, se puede activar usando terminales inteligentes que lleven materiales digitales desde el ministerio a cada estudiante, Internet incluida y segura.
Es importante que se apruebe una priorización del curriculum, seleccionando contenidos, que pueden trabajarse interdisciplinariamente y ser significativos a las características etarias de las y los escolares por medio de metodologías activas como el ABP, el método de proyectos y el aprendizaje y servicio. Ellas son compatibles con lo audiovisual.
En el futuro próximo, debemos tener en cuenta que cualquier diseño por si solo no resolverá el problema. En Chile hay 3,6 millones de estudiantes, 200 mil profesores activos, 12 mil escuelas distribuidas a lo largo del territorio nacional, donde 3.000 son rurales, 200 atienden escolares con necesidades educativas especiales, 50 son aulas hospitalarias y 90 funcionan en centros de reclusión. Es necesario pensar nuestras soluciones desde hoy y para siempre ajustadas a la diversidad.
[1] Se omiten las fuentes en el marco de la Ley N° 19.628, sobre protección de datos de carácter personal.
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