Es urgente visibilizar y también atender los efectos que aún está teniendo la pandemia y sus consiguientes medidas, que ya llevan casi tres años, en quienes serán el futuro de nuestro país: la primera infancia. En el último tiempo ha sido tema de debate el uso de la mascarilla y también la severa inasistencia producto de cierres continuos, siendo el último el adelanto y alargue de las vacaciones de invierno.
En lo relativo a la mascarilla, es claro que es una medida que se debe eliminar, al menos para niños de hasta cuarto básico. Su uso está afectando profundamente su autoestima y el aprendizaje de habilidades emocionales, sociales y comunicacionales.
Mientras vemos que el resto de la sociedad se pasea sin mascarillas, en los colegios ocurre todo lo contrario lo cual es sumamente injusto para los niños y su desarrollo integral, sobre todo en sectores vulnerables. Nuestros estudios, por ejemplo, indican que tras dos años y medio de pandemia, hay niños de 3 años que no dicen más de 5 palabras, no reconocen los colores o que chutear la pelota no está en sus instintos.
Otro tanto es lo que nos indican en cuanto a la inasistencia en los niveles preescolares. Hay un importante porcentaje de niños no matriculados en colegios o jardines infantiles. A su vez, de los sí matriculados la asistencia a centros educativos en la primera infancia es menor a 65%, lo cual, nuevamente, es grave por las consecuencias en términos de aprendizaje y neurodesarrollo.
La merma registrada es prácticamente irreversible y afectará su vida futura irremediablemente. Los niños que nunca lograron dominar conceptos básicos llegarán a adultos con severas dificultades en su desempeño general.
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