El 27 de febrero de 2010 vivimos un sismo severo que afectó a la zona centro sur de nuestro país. Murieron más de 500 personas y también tuvimos pérdidas económicas estimadas en US$ 30.000 millones. Sin embargo, no todo fue negro, pues el terremoto reveló el desempeño sísmico de estructuras industriales y edificios diseñados de acuerdo a la normativa vigente y la experiencia acumulada.
Aún cuando la ingeniería chilena es admirada en todo el mundo, vimos daños en elementos no estructurales de los edificios y de operación en estructuras industriales que impidieron su pronta habitabilidad o puesta en marcha, lo que nos llevó a revisar y/o corregir muchos aspectos de la normativa.
En primer lugar, Chile fortaleció el Sistema Nacional de Protección Civil para reducir el riesgo de desastres y catástrofes a cargo de la Onemi.
En este ámbito, se consolidaron la Red Sismológica Nacional, los sistemas de alerta temprana a la ciudadanía vía celulares y se fortalecieron, de manera sustancial, los protocolos de respuesta a emergencias, para evitar tener que contar, a futuro, el número de víctimas que dejó el maremoto.
El colapso de los edificios Alto Río en Concepción, Cerro O’Higgins en Constitución y de otros con resultado de demolición y/o de importantes inversiones en recuperación, impulsó el cambio. Así se modificó la Norma NCh433 “Diseño sísmico de edificios”, para favorecer el comportamiento dúctil de los muros estructurales y las clasificaciones sísmicas de los suelos.
Posteriormente, en 2013, se inició el trabajo de actualización de la norma NCh433, incorporando más conocimiento aprendido y validado tras el 27F.
Hoy ese trabajo está en manos del ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) y pronto debería iniciar su proceso de revisión en el Instituto Nacional de Normalización (INN).
Igualmente, en el ámbito industrial vimos daños en estructuras prefabricadas, elementos secundarios, elementos no estructurales, etc., por lo que, en marzo de 2014, comenzó un trabajo de actualización de la norma NCh2369 “Diseño sísmico de estructuras e instalaciones industriales”, que consideró tanto los avances tecnológicos como las lecciones aprendidas tras el 27F.
A 10 años de esta tragedia que nos remeció a todos, la invitación es a seguir promoviendo las buenas prácticas de la ingeniería estructural chilena, a trabajar en las debilidades y a continuar por la senda del desarrollo del conocimiento y las tecnologías, para lograr estructuras más seguras y resilientes que ofrezcan, al mismo tiempo, una mejor calidad de vida a las personas.
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