Los heridos invisibles de la inseguridad y confinamientos

Sabido es que el cerebro de un niño alcanza su máximo potencial de desarrollo en su edad temprana. Es más, cerca del 80% de las conexiones neuronales -que luego determinan su desarrollo- se producen hasta los 6 años.

Triste es saber, ver en terreno y confirmarlo mediante un estudio de la Fundación Familias Power, que hay niños y niñas en Chile menores de 5 años que no han podido explotar todo ese potencial como consecuencia del cierre de jardines, colegios y escuelas tras el estallido social, la pandemia y, no menor, por la inseguridad que ocurre en sus barrios.

¿El resultado? Casi el 50% de los más de los casi 700 niños y niños que fueron medidos en la investigación que menciono -provenientes del norte, centro y sur, y de sectores rurales y urbanos- no logra el "desde" para su edad en habilidades comunicacionales, y casi el 40% en motricidad fina, gruesa y a nivel socioemocional.

Este es un diagnóstico dramático que se traduce en que niños de tres años no dicen más de cinco palabras, que viven pegados a las pantallas, que casi nunca salen a jugar, que no conocen las tijeras o no saben tomarlas. Niños que nunca han tenido acceso a témperas, que ni saben cómo tomar un pincel ni un lápiz, ni mucho menos diferenciar colores o figuras geométricas. Se observan niños con dificultad para caminar y desplazarse, baja tonicidad muscular, con importantes índices de sobrepeso, con alimentación desbalanceada e incluso algunos padres reportan "que consumen alimentos en que no se hace necesario masticar en exceso".

Esta constatación se atribuye a tres causas principales. Primero, la falta de herramientas tecnológicas para enfrentar una educación a distancia. En muchos de los hogares de los niños vulnerables de Chile no hubo computador alguno para que ellos pudiesen establecer una conexión con la escuela en medio del confinamiento. Una segunda causa se atribuye al bajo capital cultural de sus hogares. Un tercer factor, relacionado con lo anterior, es el hacinamiento o cantidad de personas que viven en el hogar.

Uno tendería a pensar que mientras más habitantes, mayor es la socialización, pero lo que en realidad sucede es que son casas con un alto nivel de estrés tóxico. Así tenemos niños que no están expuestos a interacciones y además son niños que pasan mucho tiempo frente a pantallas.

Cabe añadir también que la razón de este confinamiento va más allá de la pandemia ya que las razones para mantenerse dentro del hogar y no salir a jugar a la calle están también relacionadas con la inseguridad y por la posibilidad de verse expuestos a tiroteos, robos o agresiones.

Creemos que este déficit debe ser visibilizado porque si ciertas habilidades sociales y emocionales no se desarrollan en cierta etapa de la vida, pueden no desarrollarse nunca.

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