En estos días es ardua la discusión. Supuestamente todos están de acuerdo con ampliar el derecho a Sala Cuna a todos los trabajadores, independientemente de la cantidad de contratados pero a la hora del qué y del cómo, surgen opiniones muy distintas.
Las primeras diferencias se centran en la parte económica; si debe ser costeado por los empleadores o por el Estado, entregando cada sector sus razones, aunque vuelven a salir argumentos que ello va a encarecer la contratación de las mujeres, situación que se supone superada al plantearse que es para hijos de trabajadores, ya que los bebés no son “carga” sólo de nosotras.
Lo cansador es que este mismo argumento surgió en 1916, cuando se discutía en el Parlamento el proyecto de la Ley de base, instancia en que además se señalaba que estas salidas y entradas de las mujeres con sus bebés eran potencialmente peligrosas, ya que podrían entrar alcohol. Lindo ejemplo machista de la época que subyace aún en muchos decires actuales.
Otro de los temas que se discute, es si las Salas Cunas deben recibir niños enfermos, ello motivado por el dramático caso de la conductora de un bus de Transantiago, donde iba con su guagua de un año en el asiento trasero.
Como lo señala cualquier médico que se consulte, no es un tema de “flexibilidad” como lo dijo una alta autoridad, sino de sanidad ya que el contagio en las Salas Cunas es muy alto por la proximidad de los niños y porque no se tienen las condiciones para atenderlos desde el punto de vista sanitario.
Para estos casos, se debería contar con un recurso legal desde el ámbito laboral para que la madre trabajadora que no tenga una red de apoyo, pueda quedarse atendiéndolos.
Lo que es peor, el ministerio del Trabajo, plantea además como gran novedad, el envío de un proyecto de “guarderías comunitarias” (son los home-day care del mundo desarrollado o las Casas de Cuidado diario de nuestra pobre Latinoamérica). Al respecto, cabe informar a los propulsores de esta “novedad” que se ha tratado de instalar muchas veces en Chile y que el tema de fondo, es que los niños no se guardan, ¡se educan!
La Sala Cuna es en primer lugar una institución educativa que además del obvio cuidado de los bebés, implementa a través de esta forma el Derecho a una educación oportuna y pertinente desde que nacen.
Estas Salas Cunas educativas existen en Chile desde la década de los 40 en adelante, cuando las primeras Educadoras de Párvulos de la U. de Chile, salieron a hacer sus prácticas profesionales a los establecimientos que tenían los hospitales, fábricas, y otros. Desde la década de los 70, estas Salas Cunas han sido apoyadas por un Programa Educativo oficial desde el ministerio de Educación; en la actualidad ello lo realizan las Bases Curriculares de la Educación Parvularia.
También existen modalidades no-formales para hacerlo en el hogar pero mediante un programa educativo orientado, supervisado y evaluado por profesionales de la educación parvularia. JUNJI, Integra y Chile Crece Contigo, son algunos de los organismos que los implementan y velan por su calidad educativa.
Por tanto, en la discusión actual, no es el tema donde “guardamos” los bebés mientras la madre o el padre produce para el país y para su subsistencia.
El asunto es dónde los niños y niñas van a ser atendidos integralmente (lo que incluye lo educativo) mientras sus padres trabajan, con estándares de calidad en todos los ámbitos para que la familia esté tranquila, pero a la vez complemente la valiosa formación que hay que hacer con el ser humano en una etapa tan sensible y relevante como son los primeros años de vida, como lo señala todo tipo de investigaciones.
Es curioso que en este país, donde todos dicen rasgar vestiduras por la maternidad, la niñez y las familias, no se tome este tema con toda la seriedad, profesionalismo y recursos que amerita.
Esperamos que la sensatez ilumine todas las inteligencias para contar con una buena ley en esta materia.
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