Septiembre del año 2020 será recordado por un hito trascendental en la cronología de la paz entre Israel y el mundo árabe: la firma de los Acuerdos de Abraham. Bajo el auspicio del gobierno de EE.UU., el 15 de septiembre del año pasado, se dieron cita en la Casa Blanca los mandatarios de Israel, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahrein, para dar forma lo que se llamó el Círculo de la Paz, al cual luego se integraron Marruecos y Sudán.
Sin embargo, este acto de normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y un puñado de países árabes no es un hecho inédito. Es más bien un reflejo de 73 años de sostenido esfuerzo por aportar a la estabilidad y progreso de Medio Oriente.
"Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente". Estas palabras, incluidas en la Declaración de Independencia de Israel, han marcado la política exterior de Israel.
Y si bien no ha sido un camino fácil, ha tenido grandes momentos. Así, en septiembre de 1978, con el presidente norteamericano Jimmy Carter como testigo, el primer ministro israelí Menachem Begin y el presidente egipcio Anwar Sadat firmaron los Acuerdos de Camp David, que seis meses después darían paso al Tratado de Paz entre ambos países.
Al acuerdo firmado con Egipto, seguiría el Tratado de Paz con Jordania, firmado el 26 de octubre de 1994 por el primer ministro Itzjak Rabin y el Rey Hussein.
Poco antes, y también con la mediación del gobierno de Estados Unidos, gobernantes israelíes y palestinos se sentaban en una mesa de negociación, para sellar el 13 de septiembre de 1993 los Acuerdos de Oslo.
Casi dos décadas después, los Acuerdos de Abraham han demostrado que la paz es posible, especialmente en un escenario de moderación y negociación. Más aún, la paz es el camino de los líderes que realmente piensan en el bienestar de sus pueblos, y que ponen el entendimiento y la cooperación por sobre la desconfianza y el boicot.
El camino virtuoso de la paz ha sido asumido por los líderes de Israel, EAU, Bahrein, Sudán y Marruecos, que dieron una lección de civilidad y humanidad. Del otro lado de la medalla, el Talibán, ISIS, Irán, Hamás, Hezbolá, Al Qaeda, Boko Haram y otros siguen enquistados en un círculo maligno, que promueve odio, violencia y terrorismo.
Casi la mitad de mi carrera diplomática la he pasado enfocada en la relación de Israel con los países del Golfo, por eso me emociona mucho ver cómo las relaciones diplomáticas están haciendo florecer la cooperación en beneficio de nuestros pueblos. Y esta vez no se trata sólo de buenas intenciones que quedan en un papel, sino de una paz enfocada en cosas concretas.
Es que la puesta en vigencia de los Acuerdos de Abraham ha abierto el espacio a la colaboración económica, tecnológica y académica, y además se ha avanzado en la apertura de embajadas y en delegaciones de nivel ministerial, para empujar innumerables temas de interés bilateral.
Así, ya se han firmado 14 acuerdos entre Israel y EAU sobre temáticas que van de la cooperación en el campo de la salud y el medio ambiente a la colaboración en agricultura, y oros 34 acuerdos están en fase de elaboración. Asimismo, Israel ha firmado con Bahrein 12 acuerdos, entre ellos en los ámbitos de la economía, el turismo y las comunicaciones, y ya se está trabajando en la redacción de otros 21 acuerdos.
En ese escenario, el primer ministro de Israel, Neftalí Bennett, destacó recientemente la importancia de este cambio de paradigma en una conversación telefónica con el príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, al decirle que la actitud de su nación hacia Israel "era un cambio importante" y "una inspiración para otros países y líderes de la región".
Pero los Acuerdos de Abraham no sólo están fortaleciendo los lazos entre las naciones, sino también entre los pueblos, entre los ciudadanos, los estudiantes, la sociedad civil. Desde el primer vuelo directo entre Tel Aviv y Dubai, en noviembre pasado, más de 200.000 israelíes han visitado los EAU y Bahréin, conectando personas y culturas como nunca antes.
La importancia de los contactos entre los pueblos no puede ser subestimada. Como dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, durante la inauguración de la embajada de Israel en Abu Dhabi: "Los acuerdos son firmados por líderes, pero la paz se hace entre los pueblos".
Como ya se mencionó, a Emiratos Árabes Unidos y Bahrein se sumaron Marruecos y Sudán, dejando atrás antiguas diferencias y buscando un futuro de colaboración y cooperación junto a Israel. Y si bien en un comienzo la Autoridad Palestina rechazó esta normalización diplomática, considerándola una especie de traición a su causa, hace algunos días el Ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, se reunió con el presidente palestino, Mahmoud Abbas, reestableciendo de esta forma los vínculos directos de alto nivel, que estaban congelados hace más de 10 años.
Es cierto que los desafíos y las diferencias persisten, pero también es cierto que el camino del diálogo y la cooperación es mucho más rentable que la opción de la negación, el boicot y la violencia. Los Acuerdos de Abraham son un ejemplo de pragmatismo y sensatez política. Y también son un espacio de diálogo, que sigue abierto y que se puede expandir.
A pesar de los obstáculos y desafíos geopolíticos, Israel sigue comprometido con la paz, al igual que en sus 73 años de vida. Por eso, vislumbramos grandes oportunidades de cooperación en Medio Oriente, para lo cual hay que dejar de lado los fundamentalismos y poner el foco en el progreso y bienestar de los pueblos de la región.
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