Autoridad sanitaria en Estados Unidos

Podríamos ser críticos de lo obrado hasta la fecha por quienes han estado a cargo de dar la batalla al Coronavirus en USA. De hecho lo somos y aventuramos que lo obrado, lo mal obrado en este caso en la materia, podría ser causa explicativa importante de la derrota electoral de Donald Trump, aunque todavía no la reconozca. De modo tal que la primera tarea de Joe Biden, a quien nuestros jóvenes salubristas habrían de guardar en su sarcófago, ha tenido que ver con armarse para enfrentar el problema cuando las cifras están llegando a niveles de máxima preocupación para el pueblo americano.

Unos 200 mil casos nuevos hace dos días atrás y miles de fallecidos. ¿Cuál es su desafío? Ni más ni menos que construir Autoridad Sanitaria. Una perfecta mezcla entre Liderazgo y Gobernanza. Menudo reto.

La experiencia chilena es valiosa en este sentido, porque el desafío alude a un asunto que en nuestro territorio no fuimos capaces de construir, o lo hicimos con un andamiaje que, como “castillo de naipes”, en cualquier momento se nos puede venir abajo. El elemento común con la situación de los gringos ha sido la polarización política, el arrastre del estallido social a la arena de la pandemia, no cabe ninguna duda al respecto a estas alturas. Y aquí estamos, a raíz del plebiscito, sacando la cabeza afuera del fango, como Martin Sheen en Apocalipsis Now antes de lanzarse sobre su presa, para cumplir con la delicada misión que le habían asignado.

El pueblo americano, dicen, nunca en los últimos años había estado tan polarizado políticamente como ahora, después de la semilla sembrada por Trump en la ilusión de los hombres blancos de bajo nivel cultural en Norteamérica, que no son pocos, pero que no son los clásicos electores de la tradición Republicana.

Por allí se coló este personaje, maestro del populismo y de las comunicaciones, carente de sentido del humor como dijo un señor inglés; se coló por la brecha del resentimiento de estos grupos que se han sentido despojados de sus derechos por los negros y los latinos. Y les devolvió la esperanza. La tierra prometida. América había de volver a ser grande.

Y he aquí que ahora le toca a Biden superar la era Trump y el Trumpismo, que a estas alturas es una instalación social mayor que la del personaje. Los resultados me recuerdan la dura tarea de don Patricio Aylwin, cuando el pueblo de Chile le dio su respaldo para dejar atrás la dictadura, con votos suficientes, pero no pocos votos en contra y con el dictador de Comandante en Jefe del Ejército. Dice mi amigo Cristián que en su momento Aylwin dijo “actuaré como si de veras tuviera el poder”. Y procedió. En la medida de lo posible.

Y una tarea clave para Biden, habida cuenta de abuenar a Norteamérica con el mundo entero, chinos incluidos, es hacer frente a la pandemia, que tiene al país contra las cuerdas con el rebrote. Hasta aquí no se hizo mucho, así es que habrá mucho que hacer, pensando en que se trata de un país que concentra el conocimiento en la materia, en agencias sanitarias gubernamentales y no gubernamentales del mejor nivel, grandes universidades y centros de pensamiento diversos, lo más granado del planeta.

Pero el problema sobrepasa lo técnico, no reduce a un asunto estadístico o al meta-análisis de todo lo dicho y hecho por las ciencias en estas materias, como en Chile a veces parecemos creer a pesar de nuestra experiencia histórica. El asunto refiere a lo político, a la probabilidad de convocar, llegar a acuerdos, aunar voluntades, liderar y gobernar.

Y esto no es trivial, sobre todo cuando, como se hizo evidente en el caso de Chile, no todas las voluntades se encuentran disponibles para emprender un desafío común y prima la desconfianza y el interés de obtener dividendos políticos particulares para librar la batalla del acceso al poder.

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