Fue extraño el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de los EE.UU., Nancy Pelosi, a Taiwán. ¿Es una agenda personalísima, o es una estatal, más allá de que se indique que no representa el gobierno, como máximo representante del Estado del gigante del norte?
El apoyo irrestricto geopolítico y geoestratégico de EE.UU. a Taiwán y Japón es incuestionable, en cuanto el interés propio que tiene el país hegemónico del norte a propósito de entender estos espacios como su área de influencia insoslayable, que disputa directamente con China, pero también con Rusia. Desde lo geopolítico, en función del interés y seguridad nacional de China, Taiwán le será irrenunciable, sea por cultura milenaria, sea por coyuntura política o geopolítica. Que EE.UU. viene en un proceso de descendencia protagónica en el sistema internacional y, por defecto en la política mundial, es otro dato muy comentado y asumido; y que China, asciende en la misma escala geográfica con sus definiciones estratégicas, sin perjuicio de sus vulnerabilidades internas (conjunto de etnias, economía en desaceleración) y otras externas (etnias ancladas a estados vecinos, incluido lo religioso), también es sabida.
Será que la visita de Michelle Bachelet a China, en sus cuestionados comentarios y conclusiones tras su visita, en cuanto representante de los derechos humanos globales gestionados por la Organización de las Naciones Unidas (Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los DD.HH.)(1), contribuiría, en parte, a esta reacción desde EE.UU., donde -en su concepto- se relativizaría el sello de vulnerador de derechos humanos (importante propaganda contra la expresidenta de Chile, respecto de esta situación). Pero es dudoso que ese sea el gatillante, es más, no tendría significancia, según se indica desde los diversos análisis políticos.
Más importante y certero sería indicar que EE.UU. y China avanzan hacia un nuevo tipo de Guerra Fría, distinto a lo conocido en la liderada por EE.UU. y la URSS, colocando al gobierno de Donald Trump como el momento de sinceridad del gigante norteamericano que, aunque en declive, daría sus muestras/gestos de poderío aún vigente.
Por otra parte, quizás se buscó un distractor sobre un conflicto donde EE.UU. tampoco tiene mucho más que decir/hacer, por lo menos en perfilamiento individual, cuando Rusia y Ucrania aún mantienen un conflicto vigoroso que alinea y realinea las fuerzas del sistema internacional, en este largo proceso de transición del sistema internacional, dado que más "dice y hace" China con su silencio internacional, cauto respecto del conflicto en un tácito apoyo aparente a EE.UU. en una dirección, y a Rusia en otra, dado los intereses comunes que tienen sobre vastas áreas geográficas, que creen, se encuentran menos presionadas por occidente desde lo geopolítico y geoestratégico.
También Rusia y China, dada su cercanía geográfica, comparten un intenso dinamismo transfronterizo directa e indirectamente, hecho que los coloca como estratégico momentum de conflicto, explicando parte del comportamiento chino con Rusia, mientras este último Estado escondería un realista sentimiento, China hegemónico, pero con nosotros (siendo de utilidad los imaginarios identitarios de grandeza rusa).
En fin, pareciera ser que Pelosi posibilitó un despliegue sin pudor de parte de China, para proyectar la densidad teórica y práctica de parte de su poder duro alrededor de lo que consideran su provincia, Taiwán (y el resto de su área de influencia inmediata), mientras el resto del sistema internacional toma palco, esperando ver cómo sigue el actuar de EE.UU. sobre esta coyuntura internacional, que sin lugar a dudas contribuye un poco más a consolidar el nuevo orden mundial, haciendo de China y sus socios parte importante-determinante del mismo, consolidándose el siguiente par de clivajes internacionales: ¿Democracia vs. Autoritarismos y/o cultura occidental vs. cultura oriental? Seguiremos dilucidándolo.
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