Si el año 2020 nos sorprendió por la firma de los Acuerdos de Abraham, impulsados inicialmente por la administración del presidente Trump y el gobierno del premier Netanyahu, abriéndose una puerta de normalización de relaciones entre Israel y diversos países árabes; en 2021 esta sorpresa se acrecentó, producto de la materialización de estos acuerdos, que no quedaron solamente en el papel, sino que se convirtieron en los cimientos de una relación diplomática activa y creciente, con avances concretos en cooperación hídrica, tecnológica, económica, académica, médica, cultural y humanitarias.
Este nuevo "círculo de la paz", integrado por Israel, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán -donde ya estaban Egipto, desde 1978; y Jordania, desde 1994- es un ejemplo claro del rumbo ineludible de la diplomacia moderna.
De esta forma, Israel y estos seis países árabes confluyen en una visión y acción constructiva, basada en la cooperación, y que busca el bienestar y seguridad de sus ciudadanos.
El 2021 nos sorprendió además por la conformación de un nuevo gobierno de diversidad en Israel, donde participan fuerzas políticas de izquierda y derecha, religiosos y laicos e incluso partidos árabes, que por primera vez en la historia salen de la oposición para entrar al oficialismo.
Bajo este nuevo gobierno se han retomado los lazos congelados por los palestinos hace años, realizándose reuniones de alto nivel entre personeros de ambas partes, siendo la más significativa de ellas la visita del presidente palestino, Mahmud Abbas, a la residencia del ministro de Defensa israelí, Benny Gantz.
De esta forma, puede decirse que en 2021 en varios lugares cayeron los muros de la desconfianza y el prejuicio, y se levantaron los puentes de la paz y la cooperación.
Sin embargo, donde todo sigue igual, o peor, es en la esfera del terrorismo islamista, uno que no reconoce fronteras y que se ha propagado rápidamente desde Irán a Gaza, y a otras latitudes. Así, en el mes de mayo fuimos testigos de una escalada militar iniciada por el grupo terrorista Hamas, con una andanada de cohetes y misiles lanzados desde Gaza contra las ciudades de la costa sur de Israel e incluso contra Tel Aviv, lo que mantuvo a millones de personas como rehenes del terrorismo islamista por más de dos semanas.
Según el reporte oficial, en el último año los israelíes fueron víctimas de 7.099 ataques por parte del terrorismo palestino. En esa cifra destacan 4.417 ataques con cohetes y morteros, 464 granadas y molotov, 1.733 apedreamientos, 56 paquetes-bomba, 21 intentos de apuñalamiento, 10 ataques con cuchillo, 14 atropellamientos, 50 eventos con disparos, 51 agresiones y 398 incidentes no clasificados.
Pese a la elocuencia de las cifras, el activismo palestino fuera de Medio Oriente ha tomado una actitud contemplativa hacia el accionar del grupo terroristas Hamas e incluso algunos le han dado su respaldo y además enjuiciando el hecho de que Israel defienda a sus habitantes: judíos, árabes, cristianos, etc.
Otros activistas palestinos, en su mayoría lejanos a las realidades del día a día, en vez de favorecer el diálogo y sumarse al camino de normalización iniciado por Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos, Sudan y en cierta medida por la propia Autoridad Nacional Palestina, han preferido el camino de la cancelación, promoviendo el boicot a Israel, sin importar los graves perjuicios que eso pueda generar a los ciudadanos chilenos, en el plano cultural, económico, tecnológico, hídrico y sanitario.
En definitiva, mientras los muros caen para dar espacio a la paz, el telón sigue levantado para la vergonzosa función de intolerancia y violencia que protagoniza el terrorismo palestino. Y esa función no debe continuar, así como tampoco la validación del terrorismo.
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