Los demócratas quedaron traumatizados con el triunfo de Trump en la elección del 2016. Entonces, todas las encuestas favorecían a Hillary Clinton, ella ganó en votos, y perdió en el colegio electoral. Por eso, a pesar de la fuerte caída de Trump en las encuestas, desde febrero de 2020 hasta ahora, los demócratas temen perder de nuevo.
Todos los analistas, sin embargo, coinciden en que, si la elección fuera hoy, Biden ganaría holgadamente, e incluso arrasaría. Veamos la evolución reciente. En febrero, al ser absuelto en el Senado de una acusación constitucional aprobada en la Cámara de Diputados, Trump subió su nivel de apoyo. En un análisis que escribí para este medio, en octubre de 2019, sobre las posibles consecuencias de la acusación constitucional, confieso que me equivoqué. Expresé que la suma de factores que saldría a la luz, una persona que mintió y abusó del poder, que ha sido y fue ineficiente y recibió respaldo de Rusia, cambiaria a la opinión pública, pensé que saldría perjudicado.
Una explicación frecuente de ese resultado positivo para Trump es la aguda polarización de la sociedad norteamericana, con polos duros. La segmentación ha crecido con las redes sociales y espacios digitales cerrados, donde conversan entre sí las personas que piensan parecido, sin compartir ni dialogar con los que piensan distinto. En otros momentos de la historia reciente de EE. UU. había sectores moderados de uno y otro lado que debatían y buscaban acuerdos, existió mayor fluidez, y un debate habría podido alterar las preferencias. No fue así, y Trump se fortaleció. A esas alturas se daba por reelegido.
Y entonces el escenario cambió radicalmente.
Nadie podía anticipar la pandemia ni su efecto. Desde marzo se comenzó a advertir un deterioro de Trump, primero suave, luego acelerado. Y al mismo tiempo, también inesperadamente, la primaria demócrata terminó volcándose a favor de Biden. Al revisar las encuestas, si tomamos como referencia las de YouGov/Economist, entre fin de abril y mitad de junio se aprecia una baja de Trump, aunque siempre conserva un mínimo de 40 %, y un alza de Biden al 49 %.
Trump mantiene, incluso ahora, mayor fortaleza en hombres blancos con bajo nivel educacional. A la inversa, Biden tiene una importante ventaja en mujeres, según esa encuesta, de 59 contra 35 %, y también una diferencia a su favor entre negros, latinos y asiáticos. No obstante, hay que estar precavido de que estas encuestas se realizan entre votantes inscritos, que no son los que al final votan.
Otra gran duda para anticipar el resultado de la elección es cuál será el nivel de participación electoral con pandemia, y cuán importante será el voto por correo. Trump declaró su oposición y amenazó a varios Estados que admiten el voto por correo de suspenderles la ayuda federal.
La razón es la creencia entre algunos republicanos de que el voto por correo favorecería a los demócratas. Sin embargo, hay diversos estudios que revelan que el efecto es neutro, o que incluso puede perjudicar a los demócratas.
En efecto, debido al procedimiento que contempla el envío el del voto al hogar del elector y su autentificación, los más perjudicados serían jóvenes y pobres que tienen mayor movilidad y costaría mas ubicarlos. Hoy es probable que varios Estados utilicen el voto por correo, pero hay incertidumbre sobre el grado de participación. En noviembre de 2018 fue muy alta y permitió a los demócratas conseguir el control de la Cámara de Diputados.
El enigma de Trump.
¿Que influye en el voto? Los hechos vividos hacen muy difícil entender qué pasa con las democracias y cómo una persona con los rasgos del actual presidente puede sostener una popularidad del orden del 40 % en las peores circunstancias. Para muchos norteamericanos más moderados y liberales, y más aun para los extranjeros, resulta incomprensible que un sujeto tan polarizante, insultante, provocador, disruptivo y mentiroso, que ha debilitado a la democracia de Estados Unidos y desgarrado la convivencia, tenga ese respaldo.
Su lista de aberraciones es interminable, ha desarticulado las instancias de colaboración, ha retirado a su país de los acuerdos del medio ambiente, ha intensificado el conflicto con China, ha suspendido el financiamiento de la Organización Mundial de la Salud, ha paralizado la Organización Mundial de Comercio al impedir la designación de los jueces que constituyen el tribunal de controversias, ha elevado la tensión con sus aliados, en especial la Unión Europea. Su balance es de desprestigio y declinación de EE.UU en el mundo. Y cuenta con un voto duro elevado.
Gane o pierda, no cabe duda de que Trump será objeto de un caso especial para analizar la formación de las preferencias y lealtades electorales en democracia, la manipulación, el manejo de las comunicaciones y de las nuevas tecnologías para conectarse directamente con la gente. Fortalecer la democracia exige comprender mejor estos fenómenos.
Cálculos en incertidumbre.
Volviendo a las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, merece atención el último número de la revista The Economist (13-20 junio). Contiene un estudio riguroso sobre los factores que incidirán en el desenlace. Sostiene que es más confiable lo que llama” fundamentals” que el resultado de los “polls”. Utilizando su propio modelo de proyección y apoyado en dos profesores de la Universidad de Columbia, Gelman y Heidemanns, el Economist concluye que dos factores decisivos son, primero, la inclinación del electorado hacia el candidato incumbente en su segunda postulación, y, segundo, el estado de la economía. Afirman que el modelo de “fundamentals” previó el triunfo de Trump en 2016, mientras las encuestas daban ganadora a Clinton.
¿Sirven estos modelos en medio de acontecimientos inesperados, intensos e inciertos?
¿Valen los análisis históricos?
Las muertes, el desempleo, el hambre y las protestas por el asesinato de Floyd cambian todo. A cinco meses de la elección, la probabilidad de triunfo de Trump es baja. Pero si logra acortar la diferencia con Biden, su posición más firme en algunos Estados donde puede conseguir leve mayoría y ganar todos los delegados en el colegio electoral juega a su favor. Y la situación actual puede variar.
¿De qué dependerá? Hay dos factores que se debe observar de cerca. El primero es cómo el electorado juzgará la economía, si por la magnitud de la caída o por la velocidad de recuperación. Si en los próximos meses se detiene la caída económica y comienza una recuperación parte del electorado dudoso puede favorecer a Trump.
El segundo es el carácter de los candidatos. Trump focalizará su ataque en Biden, por su “falta de energía” para enfrentar los enormes desafíos, y también mantendrá el partido republicano detrás suyo.
Biden sacará ventaja de su moderación para atraer a independientes, y seguramente elegirá a un/una vicepresidente que le cubra el flanco izquierdo del partido y que movilice el voto de los jóvenes.
No olvidemos que este rasgo moderado y convocante de su personalidad atrae a sectores del partido republicano e independientes, como ha ocurrido en las últimas semanas con el ex ministro de defensa de Obama y Trump, general Matis, quien hizo una dura crítica a Trump y anunció que votará por Biden, también el general Mark Miley, jefe del Estado mayor conjunto, quien se excusó ante el país por haber aparecido junto a Trump en uniforme de combate.
Y también ha sido explícito contra Trump otro destacado republicano, el ex secretario de Estado del presidente Bush, general® Colin Powell. Su propio ex consejero de Seguridad Nacional John Bolton denuncia a Trump en un libro mostrando su incapacidad, narcicismo y peligro para los intereses nacionales.
Hay riesgo de disrupción.
Con toda esta tormenta la declinación de la popularidad de Trump ha sido lenta, y se sostiene en un piso cercano al 40%. El resultado está abierto, aunque vistas las cosas hoy la mayor posibilidad de triunfar es del partido Demócrata con Biden. Sin embargo, debemos advertir un riesgo de crisis institucional.
Se teme que, en caso de derrota, Trump acuse de fraude y cuestione los resultados. Además, el propio sistema electoral esta debilitado, ya creó problemas en la disputa electoral entre Gore y Bush en 2000, que zanjó la Corte Suprema.
Sería mucho más complicado ahora, con un país polarizado y un presidente depredador y agresivo, que piensa en él, no en su país. Para atenuar ese riesgo, el triunfo de Biden debería ser por una diferencia incuestionable.
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