En el corazón de Barcelona, escenario veraniego de la acción desquiciada de un grupo de fanáticos religiosos, donde pasean miles de personas provenientes de todo el mundo. Es justamente ahí donde se desató la violencia que ha matado a 15 personas, hasta ahora y dejó más de 100 heridos.
La Jihad islámica protagonista de una “guerra santa”, no tiene piedad con las víctimas inocentes y arremete con la cobardía y sorpresa que ya le conocemos. Luchan con todo tipo de armamento contra los “infieles” iluminados por Dios, según argumentan. Derivados de los musulmanes salfistas y provenientes de escisiones de los Hermanos Musulmanes, están dispuestos a aniquilar a la humanidad.
Los capítulos protagonizados por este grupo y Al Qaeda son incontables, especialmente en Europa, Estados Unidos y África.
América Latina también ha sido testigo del terrorismo. En Buenos Aires el 18 de julio de 1994, la Asociación Mutualista Argentina (AMIA) sufrió un ataque terrorista, que dejó 85 personas muertas y unos 300 heridos. Fue el mayor ataque sufrido por los judíos desde la Segunda Guerra Mundial. Ha habido juicios para dar con los responsables supuestamente iraníes, pero hasta el momento no hay condenas, pero muchos sospechosos y complicidades locales.
Lo ocurrido en Barcelona hizo recordar la serie de bombas puestas por los terroristas en los vagones en la estación de trenes de Atocha: Madrid el 11 de marzo de 2004. Muertos 192, heridos 2.057.
El 11 septiembre de 2001 en Nueva York el atentado a las Torres Gemelas, dejó la escalofriante cifra de 3.000 muertos y 6.000 heridos.
Fue el ataque al corazón del imperio. Objetivo, sembrar el terror. Desde ese día nada fue igual en el mundo globalizado. Se aumentaron las medidas de seguridad. Se formó policía especializada, se bombardearon refugios de los terroristas, pero todo siguió aparentemente igual. Aunque los gobiernos afirman que ha frustrado muchos atentados, el clima de inseguridad está latente.
Es cuestión de ver la vigilancia en aeropuerto y calles repletas de cualquier parte del planeta, para darse cuenta que la vida contemporánea se mueve en medio de la incertidumbre. Se altera la vida de las personas, hay impacto en la economía global. Campea la desconfianza.
La historia de los primeros signos de terrorismo se conoce durante el “reinado del terror” en la Revolución Francesa. Pero no es lo mismo.
Nuestros antepasados seguramente se enteraron tiempo después de los detalles. Lo del Barcelona lo vimos casi en directo, a pesar de la actitud de los medios de no publicar video ni fotos, pero eso ocurrió solo por algunas horas.
La globalización, la plataforma digital y la tecnología de punta, hace imposible que esa realidad no esté representada en todos rincones del orbe.
Cada persona con un Smartphone es un reportero en potencia.
La idea de no publicar escenas escabrosas en los medios tradicionales era muy loable, pero imposible de llevar a la práctica. Una razón, la competencia por “informar” y la otra, la incontinencia de las audiencias digitales que no resisten la tentación hacer de “periodistas ciudadanos”.
El propósito de atajar el impacto criminal en imágenes, resultó imposible. Los bárbaros autores del crimen en territorio catalán, salieron con la suya. Conmovieron nuevamente a los cinco continentes. No les importa morir porque “van al encuentro con Dios”.
La misión del periodismo de todos los tiempos, es buscar la manera de no explotar morbosamente la tragedia. Procesar la noticia para conseguir una ciudadanía bien informada y no transformar el dolor en un espectáculo.
Tanto Al Qaeda (hoy reducido, pero no desaparecido) como la Jihad y otros grupos menores constituyen un segmento ínfimo en relación a los más de 1.600 millones de musulmanes repartidos por el mundo.
Que los deseos de justicia y verdad, no se transformen en discriminación y persecución y que impere la racionalidad frente al odio, el crimen y la barbarie.
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