Israel y la tecnología

El Estado de Israel suele hacer ostentación de sus avances organizacionales y tecnológicos. Un día es el proceso de vacunación contra el Covid-19, otros es el buen manejo del agua o útiles aplicaciones para vehículos y así sucesivamente. Sólo cabe esperar el próximo anuncio israelí con la novedad de un avance tecnológico, del cual se harán eco posteriormente medios de comunicación embobados por lo que estiman un país modelo.

La última jactancia israelí se refiere al uso del agua, que le ha permitido pasar desde la escasez a la exportación del elemento y también el aprovechamiento óptimo del recurso. Se habla de la desalinización del agua de mar, obteniendo precios competitivos. A todo esto, tenemos derecho a preguntar ¿de dónde provienen los recursos hídricos que ocupa Israel? ¿Cómo se distribuye el agua potable resultante?

Para la respuesta, debemos mencionar que Israel se instaló como Estado en el territorio de Palestina en 1948, pese a que éste ya contaba con población autóctona de ancestros milenarios, la cual fue en gran parte expulsada y reemplazada por inmigrantes llegados en las últimas décadas, principalmente desde Europa. Después de la Guerra de 1967, ocupó la totalidad del territorio, por lo que hoy controla a 5 millones de palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza. Y también existen 7 millones de refugiados palestinos, a los que Israel no les permite retornar a su tierra.

Por lo anterior, los recursos hídricos que pertenecían al pueblo palestino hasta 1948 fueron usurpados por el naciente Estado de Israel, el cual maneja las aguas del río Jordán y dispone a su arbitrio de las napas subterráneas en territorios palestinos. Es más, las poblaciones palestinas tienen muy restringido su consumo en relación a los israelíes y pagan entre 3 y 5 veces lo que paga un israelí por cada m3, pese a frecuentes cortes en el suministro. Por otra parte, debe mencionarse la sistemática política israelí de destrucción de pozos de agua de poblaciones palestinas, lo que constituye una muestra del envilecimiento en el trato israelí con el pueblo bajo ocupación.

Me parece entonces que es en el contexto recién expuesto en el cual deben analizarse los logros israelíes: Se dan en un país creado usurpando el territorio y los recursos naturales de un pueblo al cual se subyugó y se le condenó a vivir como refugiado o bajo ocupación militar o como ciudadanos de segunda categoría en Israel y, como consecuencia, a sobrevivir en innumerables guetos aislados.

Tenemos claro que la jactancia israelí por sus logros tecnológicos continuará. No tienen nada más que mostrar. Porque respecto al Derecho, es el país que ostenta el récord de contravenciones al Derecho Internacional, a la Convención de Ginebra sobre el trato a los pueblos bajo ocupación militar; récord en el número de condenas de la ONU, por no acatar las resoluciones que favorecen a los palestinos; comisión de crímenes de guerra, al trasladar su propia población a territorios bajo su ocupación. Israel alega desconocer autoridad a la ONU para dichos pronunciamientos, pero, convenientemente, sólo se la reconoce en cuanto a la resolución que determinó la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel. Curiosamente, de lo único que no se jacta, y más bien trata de disimular, es el hecho de haberse constituido en importante exportador de armas y de ser potencia nuclear.

Por todo lo expuesto, resulta penoso constatar que un país creado supuestamente para acoger a los sobrevivientes del Holocausto se haya transformado en un paradigma de las transgresiones al Derecho. Penoso, en razón de que dichas normas fueron creadas para asegurar la paz y proteger al más débil. Y fue justamente eso, la total ausencia de una justicia independiente para impetrar amparo, uno de los factores que posibilitó la gran cantidad de víctimas del Holocausto.

Por esas paradojas de la historia, durante los 72 años transcurridos desde la creación de Israel, el pueblo palestino también debe sufrir la ausencia de una institución jurídica a la cual recurrir, que cuente con el poder suficiente para que se le haga justicia. Últimamente existe la posibilidad de intervención de la Corte Penal Internacional, a la cual Israel no reconoce jurisdicción. Un hipotético fallo adverso en contra de altos mandos israelíes en el futuro podría conformar un factor disuasivo para que no continúe la comisión de crímenes de lesa humanidad contra los palestinos. Pero no resolvería el tema de fondo, que es el logro de la autodeterminación de dicho pueblo.

En definitiva, creo que ningún avance tecnológico logrará subsanar ni disimular el déficit en humanidad que hoy aqueja a la sociedad israelí, enferma de una soberbia provocada por el poder ilimitado y la impunidad que le otorgan su poder político, propagandístico y fuerza militar. Si leyeran la historia, se enterarían de cómo acaban las sociedades que alguna vez fueron consideradas indestructibles y que fueron presa de la corrupción moral provocada indefectiblemente por la dominación prolongada, opresiva y omnímoda sobre un pueblo inerme.

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