Todo indica que la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) volverán a liderar Alemania, encabezadas por el empresario Friedrich Merz. Esta vez, los acuerdos se realizarían con el Partido Social Demócrata (SPD), que en la actualidad gobierna con Olaf Schölz.
El desafío para estos partidos tradicionales será gobernar en un contexto en que la extrema derecha -Alternativa para Alemania (AfD)- duplicó su votación, posicionándose como la segunda fuerza política en el parlamento y desplazando, incluso, a los incumbentes del SPD. Sin embargo, pese su éxito electoral, el distanciamiento de la AfD con la derecha tradicional es evidente, con un (probable) nuevo canciller visibilizando esas diferencias que, según su criterio, imposibilitarían cualquier tipo de acuerdo.
En ese complejo escenario, diversos actores han señalado que el éxito de la AfD se explicaría por múltiples factores, entre los que destacan la presión por frenar la migración y el estancamiento de la economía de la mayor potencia europea. Junto a eso, se sugiere que parte relevante del éxito se debe al apoyo de los jóvenes, que habrían manifestado una propensión a votar por los extremos (de izquierda y derecha) alejándose del "establishment".
Pero un segundo asunto que ha llamado la atención de los expertos es el aspecto territorial. Y es que, en concreto, con la sola excepción de Berlín, la extrema derecha de la AfD tuvo un excelente resultado en todas las regiones del Este. En los últimos días, distintos medios globales han hecho eco de esta realidad, que muestra divisiones profundas y una verdadera "fractura política" del gigante europeo, pese a todas las políticas de equilibrio territorial que han existido desde la caída del muro de Berlín.
El caso alemán es interesante porque invita a considerar aspectos muy profundos de la marginación espacial. Hace un par de años, el académico estadounidense Daniel Ziblatt y sus colegas publicaron un interesante estudio sobre esta realidad, demostrando que el surgimiento y apoyo a la AfD no solo se explicaría por las experiencias de estancamiento y declive económico que se viven en algunas localidades del país, sino que también por fenómenos de larga data, los cuales incluso podrían llegar a trascender el mismo proceso de reunificación de hace tres décadas. Usando una encuesta con más de 725.000 respuestas geocodificadas, los autores muestran que un elemento que explica el auge de la extrema derecha se relaciona con la distancia lingüística de los habitantes de determinadas regiones respecto del "alemán estándar". Esta relación entre voto anti-establishment y lingüística persiste incluso cuando se consideran otros aspectos urbanos, económicos y demográficos.
En este sentido, la experiencia alemana -que se replica en muy diversos lugares de Europa- refleja la importancia de considerar el espacio a la hora de interpretar los fenómenos políticos, así como también la complejidad de esas relaciones. Las opiniones y conductas políticas de los ciudadanos están intrínsicamente ligadas a sus experiencias e historias, las que a su vez se viven en barrios, ciudades y regiones determinadas. Prescindir de esa dimensión siempre nos dejará con un diagnóstico incompleto.
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