Nota 1. El movimiento subterráneo generalizado, y visibilizado tras la emergencia sanitaria del Covid-19, parecía ser uno: volver al humanismo, recobrar el sentido cotidiano de la simpleza y la solidaridad. La pandemia mostró de manera contundente, que los fajos de billetes de nada sirven, que las y los trabajadores más humildes, aquellos que son los pulmones de las empresas, son más valiosos que todo, puesto que sin ellos, nada funciona. El Covid nos mostró, además, que la organización para ponerse al frente de los poderosos, sigue siendo una de las mejores armas.
En medio de todo esto, y como un retroceso obtuso, como una porfía de la miseria, explota una guerra que ya deja miles de muertos. Una guerra es siempre una tragedia para la humanidad, y no me refiero solo al tema Rusia-Ucrania. Guerra miserable y letal es la que Israel lleva a cabo contra Palestina desde hace décadas, con el apoyo total de EE.UU. y Europa. Hoy los desfiles noticiosos (cual guion bien montado), muestran la real dureza de la guerra en Ucrania, pero son esos mismos medios que callan de la forma más inmoral, cuando las víctimas son palestinos o sirios (o mapuche). Pero hay que decirlo fuerte, una guerra es una tragedia, más en estos tiempos de incertidumbre. No podemos dejar que se naturalice otra guerra como lo que ha ocurrido con Palestina. Niñas y niños ucranianos sometidos al terror absoluto de los bombardeos rusos. Niñas y niños palestinos, que desde hace décadas están sometidos al terror bestial israelí y su violencia desatada (Europa, la OTAN, EE.UU., la ONU, en un pestilente silencio).
Nota 2. La humanidad tironeada por esos últimos estertores de un orden fundado hace siglos y que hoy se tambalea. Tambalea porque ni con Covid-19 puede acallar a los millones de postergados que vienen por la revancha. Revancha, no venganza. El mito y el pensamiento mágico vienen por su revancha, justo hoy en que se reconoce de manera transversal, por ejemplo, el uso medicinal con fundamento científico de las más variadas hierbas. La comunidad viene por su revancha, dejando a tras la fragmentación producida por el consumo, el miedo y la competencia. La cooperación es la única herramienta para lo que viene. La Humanidad viene por su revancha, dejando en claro que cualquier modelo que se funde en la postergación y explotación de la naturaleza toda, no pasará.
Nota 3. Para nadie es una sorpresa (al menos para nadie bien informado), la organización de la población civil en milicias urbanas en Ucrania. Ha pasado antes, por ejemplo en Indochina por allá por la década del 40 del siglo XX, o en Argelia en la década del 50 del mismo siglo. De nada sirvió en ambos casos, el poderío militar francés y sus cientos de tropas bien armadas. La población local los combatió amparada precisamente por la población local. De campesinos durante el día, pasaban a guerrilleros nocturnos, dejando a uno de los ejércitos mejor armados de Europa, en la más absoluta de las vergüenzas. Tal sería el impacto de la derrota de Indochina en los galos, que la estudiaron a fondo, siendo uno de los principales "exportadores" de una metodología para poder combatir este tipo de guerra (la subversiva). Y claro, aunque será tema para otra columna, chilenos también fueron formados en esta Doctrina de Guerra Revolucionaria, muy temprano en la década del 50 del siglo XX. Estaban muy preparados para lo que vendría a partir de 1973.
Así, los civiles en armas pueden llevar a una guerrilla urbana lenta, sangrienta y pantanosa no solo para Rusia, sino que para los que son tanto, o más responsables de esta guerra, me refiero a EE.UU. y sus aliados europeos. Este tipo de guerra clandestina, solo acrecentaría la violencia en Ucrania, por lo que urge que la política de altas cumbres, no la que llevan a cabo hoy todas las partes, sea la que se siente a la mesa. Urge que la diplomacia pueda mermar y acabar con la guerra en Ucrania, pero además, urge que de una buena vez, la población desarmada de Palestina y Siria, dejen de sufrir con una guerra naturalizada por los medios para defender el genocidio de Israel sobre palestina.
¿Y Chile? Más que condenas apuradas y miopes, debe tratar de comprender el fenómeno en profundidad, para sacar lecciones a nivel local. Como sociedad, no debemos naturalizar la embestida conservadora a uno de los procesos más democráticos y ejemplares de las últimas décadas, como lo es la Convención Constitucional. Chile puede ser, otra vez, un país cuyo proceso sea visto con atención por el resto de países. Sabemos que para el poder conservador rabioso, el Presidente Boric no es el problema, sino que el "peligro" para ellos, es la convención, puesto que ahí está ese orden que la elite defiende a brazo partido, ese mismo orden que se tambalea en todo el mundo, acá un grupo de pocos pero poderosos personajes, quiere dejarlo en pie, aunque sea afirmándolo en un par de camiones cargados de actores jugando a los minions pintados de amarillos.
Allá y acá, urge sentarnos a conversar en una mesa llena de humanidad, puesto que la vuelta de ciclo ya está, o giramos con ella, o nos estrellamos en sus márgenes.
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