Milei y su capitalismo de boludos

La reciente victoria de Javier Milei en las primarias presidenciales en Argentina (PASO) no dejaron indiferente a nadie y viene a mostrar el rápido ascenso de la ultraderecha en nuestros países, la cual ha aprovechado la rabia, el malestar y un voto destituyente que busca de manera desesperada una salida por fuera de la política tradicional, incapaz de entregar ciertos mínimos de seguridad y dignidad a las personas, profundizado con la pandemia.

Es así como el ascenso de Milei no signica que la sociedad argentina se haya ultra derechizado de un día a otro o que abracen los ideales fundamentalistas de un nuevo fascismo libertario de mercado, que pone la libertad económica por sobre la democracia y de mínimos civilizatorios del mundo occidental, propios del liberalismo político.

El problema es que el discurso de Milei se vea como una salida, al usar una retórica anti casta y anti elite política, que se aprovecha del malestar ciudadano, producto de la crisis económica y la corrupción estatal, para instalar así un idea de capitalismo de boludos, que deja completamente fuera de la discusión y la crítica el rol de una casta económica, que es la que finalmente más se ha favorecido de la crisis actual capitalista.

Con esto, por supuesto, no se trata de exculpar de responsabilidad a la clase política argentina y particularmente al kirchnerismo, como de un histórico voto antiperonista y un muy mal candidato como lo es Sergio Massa, pero no se puede dejar pasar la instalación de un discurso antisocial y estadofóbico de Milei, totalmente insostenible en cualquier democracia.

De ahí que el discurso fascista libertario de Milei deje chico a lo planteado por personajes como Bolsonaro y Trump, mediante un burdo economicismo incapaz de ver relaciones de poder básicas y plantear así una moral casi religiosa con respecto al sector empresarial, al sacralizarlo en cada momento, como si debiéramos constantemente darle las gracias por las bondades que nos entregarían.

En consecuencia, Milei plantea explícitamente que los empresarios son benefactores sociales, por el solo hecho de proveer bienes y servicios como por darnos trabajo, dándole exactamente lo mismo la concentración de la riqueza, la explotación laboral y los desastres socioambientales que generan muchas veces sus acciones, ya que los corruptos y chorros son siempre los políticos para él, mientras los empresarios serían seres puros y de luz.

Por lo mismo, no es casualidad la profunda admiración que Milei sienta de personajes como Axel Kaiser, José Antonio Kast y del llamado milagro económico chileno, impuesto en dictadura y profundizado a la vuelta de la democracia, que privatizó prácticamente todo y bancarizó y endeudó a niveles extremos a las familias del país para poder pagar aspectos tan básicos como la educación, salud, vivienda y para sobrevivir durante la jubilación, ante las miserables pensiones que entrega el sistema privado de AFP.

Pero eso no le importa a Milei, como tampoco que en Chile el 1% de la población concentre el 49,6% de la riqueza, superando por lejos a países como Rusia, Estados Unidos, Brasil y Argentina, y que ciertos grupos económicos chilenos, dado su poder, hayan financiado por décadas a la clase política y que además se hayan coludido en los precios de alimentos y medicamentos de manera criminal.

Tampoco le importa a Milei que tal concentración de grupos económicos en Chile -como Luksic, Matte y Angellini- se apropie de la riqueza natural del país, destruya ecosistemas de manera impune y consuma agua a destajo, ya que darían trabajo esas megampresas extractivistas mineras, forestales y agroexportadoras.

Por el contrario, el capitalismo de boludos de Milei llega a tanto que, aparte de admirar un modelo chileno insostenible social y ambientalmente, plantea una retroutopía economicista, que añora el retorno de un supuesto pasado glorioso de Argentina de hace 100 años, marcado si bien por ser un país con el PIB más alto, pero sin industria, sin casi derechos laborales y totalmente dependiente de las materias primas frente al mercado internacional.

Dicho lo anterior, Milei podrá disfrazarse de outsider, de rebelde, de anti sistema y por fuera de la clase política, aprovechándose de la crisis inflacionaria de Argentina y el empobrecimiento de las personas, pero solo está proponiendo un país inviable, a través de medidas extremas que van desde eliminar varios ministerios, eliminar el Conicet, el Banco Central, la ESI y reducir drásticamente los impuestos, ya que dentro de su fundamentalismo económico, los tributos serían un robo y un acto criminal del Estado.

En fin, si Javier Milei llega a ser presidente de Argentina, lo que es posible, se verá realmente qué es capaz de hacer, considerando los pocos diputados y senadores que seguramente podrá sacar su partido La Libertad Avanza, por lo que para gobernar estará obligado a ceder políticamente, teniendo que dejar su pureza libertaria a un lado y verse como uno más de la casta que él mismo critica.

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