Cada 5 de abril se conmemora el Día del Niño Palestino, cuando los niños palestinos viven bajo amenaza constante, en peligro y despojados de su dignidad en una flagrante violación y un crimen imperdonable contra los derechos de la infancia. La reciente Masacre de la Escuela Dar al-Arqam demuestra el desprecio a la vida infantil: unos niños juegan voleibol en la cancha de una escuela donde se refugian porque fueron obligados a abandonar su hogar y, sabiendo que están ahí, fueron blanco directo de un sorpresivo ataque aéreo israelí que asesinó a más de 30 personas.
Los brutales ataques a los palestinos en Gaza y Cisjordania se reflejan en las vidas de los niños, no es simplemente una catástrofe humanitaria; es una campaña sistemática contra la esencia misma de la infancia. No es el caos nacido del conflicto, sino el resultado de sancionadas políticas intencionales, que violan todos los principios del Derecho Internacional, desde las Convenciones de Ginebra hasta la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
Los niños no son daños colaterales. Los niños palestinos tienen vidas llenas de potencial pero este sistema profundamente arraigado los ve como números, objetivos y perturbaciones de un statu quo brutal. Cada bomba que entierra a un niño, cada bala que fractura una extremidad, cada bloqueo que mata de hambre a un bebé, cada prisión que se traga a un adolescente; es un crimen contra el futuro de la humanidad avalado por el silencio cómplice de quienes prefieren mantenerse al margen.
Como dijo una vez el Premio Nobel Elie Wiesel: "Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia" y es esa indiferencia global la que se ha convertido en cómplice silenciosa de la atrocidad.
En los últimos 545 días, la brutal agresión armada israelí ha convertido a Gaza en un cementerio de sueños juveniles y un campo de batalla contra la inocencia. Según estimaciones oficiales, más de 18.000 niños han sido asesinados desde el 7 de octubre de 2023, incluyendo 274 bebés que apenas tuvieron una oportunidad de vivir. Unos 52 niños murieron de hambre, mientras que otros 17 se congelaron por el frío en tiendas de campaña, incapaces de sobrevivir a las duras condiciones de desplazamiento forzado.
El saldo es desgarrador: más de 50.000 palestinos fueron asesinados en Gaza desde el 7 de octubre, 70% de los cuales eran mujeres y niños. De las 113.000 personas heridas, 69% son mujeres y niños. Esta magnitud de pérdidas creó, lo que muchos defensores de los DD.HH. denominan, una de las mayores crisis de orfandad de la historia moderna, con 40.000 niños huérfanos, de los cuales 17.000 perdieron a ambos padres.
Negarle a un niño educación, seguridad y libertad es negarle al mundo un futuro mejor. Los niños de Palestina no piden compasión; exigen justicia, protección y un futuro. No escribamos el obituario de una generación que nunca tuvo la oportunidad de crecer. Digamos sus nombres, ampliemos sus historias y exijamos acciones, no más tarde, no finalmente, sino ahora.
En 2024 se documentó el aumento sin precedentes en las detenciones de, al menos, 700 niños, de acuerdo a un informe publicado por una institución de derechos de los detenidos. Totalizando 1.055 detenciones de niños por las fuerzas de la ocupación desde el estallido de la guerra genocida, incluyendo tanto a quienes todavía están detenidos como a quienes fueron liberados.
Estos niños fueron privados de su infancia y de su derecho a la educación, sufriendo redadas nocturnas, palizas y privación de derechos legales, claras violaciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. A marzo de 2025, más de 350 niños permanecen en prisión, pasando sus años de formación en aislamiento y miedo, privados de familia, educación y justicia.
Entre los acontecimientos más preocupantes se encuentra el número de niños que viven ahora con discapacidades permanentes. Según un informe de OCHA, 7.065 niños quedaron mutilados y 846 sufrieron amputaciones. En momentos que el colapso del sistema de salud de Gaza, no puede ayudarlos, abandonando a los heridos a su suerte. Más de 7.700 recién nacidos se encuentran atrapados en hospitales sin electricidad, sin incubadoras ni medicamentos: una sentencia de muerte por la infraestructura.
Si esta guerra genocida busca destruir el futuro de Palestina, atacar la educación es su arma más estratégica. Sólo en Gaza, 111 escuelas públicas fueron completamente destruidas y otras 241 han sufrido graves daños, junto con 89 escuelas de UNRWA. El año académico 2024/2025 ha sido diezmado. Alrededor de 700.000 estudiantes no tienen acceso a la educación formal, mientras que 12.441 estudiantes y 519 profesores fueron asesinados.
La crisis humanitaria va mucho más allá de las bombas. La polio ha regresado a Gaza por primera vez en 25 años debido al colapso de los sistemas de vacunación. Los esfuerzos de la OMS y el Ministerio de Salud palestino alcanzaron a más de 1,7 millones de niños en tres rondas, pero la tasa de vacunación descendió de 99% a 86%, poniendo a miles en riesgo.
La hambruna inminente es otra arma de guerra. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) advierte que casi 1,95 millones de habitantes de Gaza, incluidos 60.000 niños, corren riesgo de desnutrición aguda grave. De estos, 12.000 casos ponen en peligro la vida. Esto no es hambre, sino inanición artificial.
La tragedia que enfrenta la infancia palestina se refleja en los informes de Unicef, es un claro testimonio del fracaso de la comunidad internacional en proteger a los más vulnerables. Desde el inicio del alto al fuego el 18 de marzo, al menos 322 niños fueron asesinados y 609 heridos, lo que representa un promedio diario de casi 100 niños y niñas asesinados o mutilados.
Sólo en las últimas tres semanas, los implacables ataques israelíes contra Gaza han asesinado a más de 1.250 palestinos, incluyendo niños y mujeres. Además, de aumentar las expulsiones forzadas de los barrios del sur de la ciudad de Gaza, mientras la ONU estima que unos 280.000 palestinos han sido desplazados forzosamente desde que Israel rompió el alto el fuego el 18 de marzo.
Cualquier silencio o "neutralidad" es cómplice del agresor. Este genocidio exige una respuesta significativamente más contundente de la Comunidad Internacional para detener a la ocupación en sus ataques contra la población civil palestina, para que cumplan con los requisitos mínimos del Derecho Internacional, especialmente la protección de la población civil y la provisión de sus necesidades alimentarias y médicas.
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