Por estos días Francia, cuna de la ilustración, nos demuestra que sus ciudadanos en el pleno ejercicio de sus derechos constitucionales están por dar una oportunidad para que gobiernen a las fuerzas políticas que se declaran euroescépticas.
En primera vuelta, los franceses votaron por los extremos. La extrema derecha de Marine Le Pen obtuvo el 33%, mientras que el Nuevo Frente Popular alcanzó el 28,5%, bloque que se logra agrupar por primera vez desde la amenaza nazi. Este grupo está compuesto por La Francia Insumisa (LFI), Partido Socialista (PS), verdes (EELV) y comunistas (PCF). Estos extremos desplazaron a los partidos de centro.
¿Qué provoca esta polarización?: La atención de los medios ha estado en el análisis de lo que sería una mala estrategia asumida por el presidente Macron, quien tras la derrota de su partido en las elecciones del Parlamento Europeo adoptó la decisión de disolver la Cámara Nacional al objeto de realinear las fuerzas políticas. Esto posiblemente pensando que el temor de la ciudadanía a la extrema derecha revitalizaría la opción política del diálogo y entendimiento. Sin embargo, algo no se está comprendiendo con la claridad que amerita el fenómeno de revisión de los principios sobre los cuales se fue construyendo la Unión Europea.
En efecto, las respuestas que las democracias pragmáticas (utilitaristas y materialistas) estaban dando a la inmigración, desde que ella se desbordara a comienzos de siglo, sería la causa primera del alza de las posturas "anti sistémicas".
La política de los Estados europeos abandonó sus compromisos con la cooperación hacia el desarrollo de países empobrecidos (como por ejemplo África Subsahariana); tampoco estuvieron dispuestos a regular la globalización financiera que ha terminado concentrando la riqueza y con ello promoviendo la migración; han sido ineficientes en la adopción de medidas oportunas respecto al cambio climático, el cual también presiona los flujos migratorios; y muy especialmente han mal gestionado los conflictos internacionales como en Siria (2015), entre muchos otros. Todas estas causas son desatendidas en la comprensión del fenómeno migratorio descontrolado, sin embargo, frente a la crisis actual no hay tiempo para la razón o la acción multilateral. En tal sentido, se impone la comunicación de la administración del miedo que provoca las pasiones que terminan con acciones de autodefensa.
En ese sentido, el adormecimiento de los principios de una democracia, como el respeto al Estado de Derecho y la igualdad ante la ley, fueron relativizando la disposición de los Estados de la UE con sus base cultural y coherencia ideológica, culminando en situaciones como el Brexit (retirada del Reino Unido del bloque) y la validación de las tesis xenófobas que cuestionan la democracia como régimen político.
En consecuencias, en Europa se padece una reacción provocada -en gran medida- por el fenómeno inmigratorio desbordado, por lo tanto, la mayoría de su población se ha volcado a la protección de su identidad, reeditando nacionalismos excluyentes (xenofobia).
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