Petro y una nueva integración regional por la vida

El reciente 77° período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, si bien no mostró un discurso unificado de América Latina y el Caribe por parte de los distintos presidentes de la región que estuvieron presentes en aquella instancia, sí lo planteado por Gustavo Petro nos entrega ciertas esperanzas al respecto(1).

Lo planteo ya que el discurso del presidente de Colombia fue capaz de plantear dos de los temas más importantes para la región de manera entrelazada, como lo son el fracaso de la guerra contra las drogas y la lucha contra la crisis climática, las cuales no solo no han tenido los resultados esperados, sino que han profundizado sus consecuencias negativas.

De ahí que Petro, de manera muy inteligente, use la expresión guerra contra la selva amazónica para ilustrar el daño que han generado las políticas prohibicionistas y ecocidas en la región, promovidas por un sistema global de producción y de acumulación de riqueza contra la vida, basado en la explotación de carbón, petróleo y en un consumo ilimitado, el cual ha traído miles de muertos y una destrucción de la biodiversidad irreparable.

No por nada América Latina y el Caribe es la región con más muertos por homicidios en el mundo y que más se asesinan defensores ambientales en el planeta, dentro de un contexto en donde el narcotráfico y el extractivismo parecieran ser los grandes ganadores, mientras las comunidades han tenido que lidiar con procesos de militarización de sus territorios, que solo terminan reproduciendo la violencia.

Frente a esto, la necesidad de retomar un nuevo camino de integración regional, que ponga en el centro la seguridad de las personas y la construcción de modelos económicos sostenibles con la Naturaleza, se hace indispensable en estos tiempos, en donde las condiciones mínimas de reproducción de la vida están en peligro y la adicción a las drogas, al dinero y al poder, solo nos destruyen como sociedad.

Habrá quienes dirán que la integración regional fracasó y no generó una alternativa real para los países de América Latina y el Caribe, luego de la creación de organismos como la Unasur, la Celac y el Alba, promovida principalmente por los llamados gobiernos progresistas desde los 2000 en adelante, generando una institucionalidad regional débil frente a las grandes potencias mundiales.

No obstante, si bien es cierto que aquella integración regional no puso en discusión de manera seria ni el prohibicionismo, a través de una idea de regulación de las drogas, centrada en la prevención y la salud pública, ni tampoco el extractivismo, a través de una idea de transiciones postextractivistas, la urgencia climática y por la paz en la región seguirán demandando alternativas.

Frente a esto, se vuelve muy esperanzador que Petro convoque a toda América Latina y el Caribe para unirse para salvar la selva amazónica y destinar recursos para la defensa de la vida, en vez de destinar el dinero a las armas y a guerras que solo benefician al gran capital concentrado, que no quiere la paz ni mucho menos la justicia social, económica y ambiental.

Para impulsar una nueva integración regional y que el discurso de Petro no solo se quede en palabras, es importante que los distintos Estados de la región entiendan que la competencia entre nuestros países solo beneficia a las grandes corporaciones mundiales y a potencias militares y económicas como China, Rusia y Estados Unidos, que no quieren vernos juntos, sino separados, para seguir impulsando guerras contra la vida.

Por lo mismo, el rol de Brasil es clave para la región, al ser el país más fuerte económicamente y con más población, por lo que de salir elegido nuevamente como presidente Lula Da Silva, que pareciera ser lo más probable, no debiera cometer los mismos errores de aquella integración progresista pasada, iniciada en los 2000, la cual terminó subordinada al Consenso de los Commodities finalmente.

Por el contrario, llegó el momento de que la región se piense como un bloque en serio, y que proteja su enorme diversidad cultural y natural, a través de políticas comunes económicas, industriales, ambientales, migratorias, científicas, de seguridad, de salud y de educación, que hagan frente a los grandes desafíos que tenemos como humanidad, los cuales nos abren la oportunidad de transitar por el camino de la paz y los buenos vivires.

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