Observamos con frecuencia que en Tierra Santa se provocan hechos de violencia radical, que es respondida en general, en especial desde las democracias, con una condena a esos actos. Actitud moralmente esperable y una manifestación de los valores del humanismo.
¡Bravo!, ello parece racional, sin embargo, la situación pierde coherencia y sensatez cuando el repudio a la hostilidad no busca las causas de estas, no para justificarlas, sino para evitarlas en el futuro. Esta sería una de las características de los incivilizados contemporáneos.
Se ha hecho costumbre entre los estados democráticos condenar e identifican a los actores que ejecutan los crímenes, evitando entrar en las ideologías, creencias, proyectos políticos nacionales, entre otras consideraciones, que establezcan racionalmente las causas del conflicto para encauzar el orden justo que contribuya a evitar la reedición de conductas hostiles y deshumanizantes. Las democracias frívolas capturadas por grupos de intereses prefieren no inmiscuirse.
En efecto, los gobernantes de las democracias europeas se suelen mostrar partidarios a la existencia de dos Estados en Palestina, demostrando su pseudo interés con el fin de la ocupación de los palestinos y la creación de las condiciones para dar seguridad a Israel. Sin embargo, en los últimos 30 años, desde el acuerdo de Oslo (1993) que pretendió la creación del Estado Palestino, han visto como ello no solo ha fracasado, sino que la colonización de Israel avanza por medio de asentamientos ilegales, confiscaciones, limpieza étnica y una serie de otros actos por parte del Estado. Situación ante la cual las democracias quedan inmóviles, limitándose a condenar los hechos de violencia, con mayor vehemencia cuando los cometen palestinos (en específico Hamas), y siendo bastante tímidos y extemporáneos cuando la violencia la desata Israel. El doble rasero es otra característica de los incivilizados occidentales.
Las explicaciones a esa conducta pueden ser varias, pero lo más trágico es el olvido de lo que significa vivir bajo ocupación. ¿Qué encierra ese concepto? ¿Cómo se sobrevive en una ocupación militar por más de 75 años?
Las democracias se han rebelado a seguir preguntándoselo según el método socrático que vio nacer a Occidente, y miran los azotes -castigos colectivos- sobre las personas que habitan Gaza con las anteojeras del nihilismo, especialmente vacíos de moral y enredados entre el negocio de la guerra y los intereses de sus estados.
En consecuencia, los incivilizados, reconocidos por no aceptar el juicio de la razón, en Occidente lo han reemplazado por el utilitarismo o razón práctica, la cual hace prevalecer los intereses corporativos que van minando la legitimidad y credibilidad de las democracias, por lo tanto, la acción política y económica se ha liberado del sentido de justicia. Por ello no hay manera de empatizar con quienes viven la ocupación, situación tan dramática como los crímenes de guerra que observamos a diario sobre la población palestina, sin que los incivilizados hagan algo más que tímidas recomendaciones para crear "tiempos humanitarios" de alto al fuego., mientras se alistan las próximas ofensivas militares israelíes que van sobre civiles palestinos.
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