En una antigua columna titulada el Desembarco en Normandía y los amigos que perdí expliqué años atrás el por qué postulé a la Cancillería y mi afición e interés por los actores y sucesos de la Segunda Guerra Mundial, conflicto bélico cuyos efectos marcaron el siglo XX.
Por ello, cuando supe que el profesor Steve Weiss, ex combatiente de ese conflicto ofrecería una presentación sobre “las Realidades de la Guerra y su relación con el Trastorno por Estrés Postraumático (PTSD sigla en inglés): Perspectiva de un veterano de la II Guerra Mundial” ([1]), acepté de inmediato la invitación que recibí.
Steve Weiss es un profesor americano de 90 años de edad, quien se enroló en forma voluntaria en 1944 como soldado (private) a los 17 años, formando parte de lo que entonces se denominaba Oficina de Servicios Estratégicos, hoy la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Su primera acción bélica fue el desembarco de Normandía (6.JUN.1944).
Nos comentó que Normandía fue una carnicería atroz y que no tenía palabras para describirla. Los pocos que sobrevivieron de su compañía, recibieron órdenes de avanzar y dirigirse al noreste de Francia, territorio de Alsacia y Lorena, el cual estaba ocupado por tropas enemigas.
Nos confesó que esa ruta o trayecto les demoró cerca de un mes y medio, siendo un verdadero martirio, no solo por la fiera oposición de los alemanes, sino que también por las inclementes condiciones climáticas de ese año en Europa. Afirmó que ese invierno habría sido uno de los más duros de que se tiene memoria.
Agregó que la falta a de liderazgo, las vacilaciones en la elaboración y ejecución de las instrucciones, la inexperiencia en combate tanto de oficiales como tropa, el desconocimiento del terreno, y en algunos casos, derechamente la estupidez o insensatez de algunos oficiales, provocaron la muerte de muchos de sus compañeros de armas, lo cual afectó de sobremanera la moral de su unidad.
Mientras Steve hablaba, noté la concentración de los asistentes y el silencio de la sala “se hizo sentir”. Es un momento que me llevaré a la tumba, porque se produjo una impresionante interacción entre el expositor y los asistentes. Sentí como si todos nos hubiésemos traslado a Francia, en el año de 1944.
Su relato, sobrecogedor y pausado, inspiró respeto y admiración, porque quien se dirigía a nosotros era un ser humano que había sobrevivido a los horrores propios de un conflicto bélico. Las medallas al valor que exhibía, una de las cuales es nada menos que de la Legión de Francia, no tenían mayor significado, lo eran sus palabras, a mi juicio. Steve es un héroe per se.
Steve nos comentó que derivado de las condiciones inhumanas, y el alto número de bajas que sufrían cada día, había decido en forma inconsciente evitar comunicarse con sus compañeros de armas, pues se dio cuenta que mientras más sabía de ellos, nombre, familia, lugar de origen, más lo afectaba enterarse de sus muertes. Además, las probabilidades de supervivencia eran mínimas, aseguró con convicción.
De hecho, con ironía expresó que moverse a la izquierda o a la derecha de su sitio era prácticamente lo mismo, por lo cual había decidido improvisar y moverse a donde más “le tincara” (traducción en versión chilena).
Incluso, con esa misma sonrisa, nos comentó que se perdió unos días de su compañía, siendo asistido en sus penurias por una familia francesa. Cuando finalmente pudo encontrar a sus compañeros, su sargento le preguntó para qué había regresado, pues estaba registrado como perdido en acción.
Como consecuencia de dicha ausencia, un burócrata, que nunca falta, lo sometió a proceso ante un tribunal militar, acusándolo de desertor, cargo del cual fue exonerado, ya que pese a separarse involuntariamente de sus compañeros, por razones de fuerza mayor, se mantuvo activo: luchando e intentando reunirse con su unidad.
Nos comentó una infidencia personal: como miembro de la sociedad de su época, tenía conciencia que era imperioso detener el avance de Hitler y del nazismo, sin embargo, ingresó al Ejército más motivado por las películas de Hollywood que por una decisión política meditada.
Lo que vio en la guerra lo afectó tanto que una vez concluida sufrió un severo Trastorno por Estrés Postraumático (PTSD en su sigla en inglés), el cual le provocó primero una depresión, seguida de una ceguera inexplicable, para finalmente - derivado de su estado anímico - un intento de suicidio.
Su experiencia personal, y el darse cuenta que no era el único ex combatiente que sufría de algún tipo de trastorno mental, lo motivó a estudiar las causas y efectos del PTSD, lo cual le valió con el tiempo obtener un título universitario y ser un especialista en esta materia.
Cabe recordar que el PTSD no era considerado una esta enfermedad mental en esos años, ya que sólo comienza su análisis como tal en 1970, en parte debido a los diagnósticos que se hacían a las tropas americanas que regresaban de Vietnam.
[1] The realities of War and dealing with PTSD: A WW2 veterans perspective” (King´s War Studies Talk).
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