Trump 2.0: Aranceles, Asia y las nuevas reglas del juego para Chile

Coescrita con Tamara Oyarce, abogada y académica IEI-UChile y University of Sydney

Si algo ha quedado claro en el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es que su mantra de "America First" sigue intacto, pero con una dosis recargada de proteccionismo. La reciente imposición de aranceles a las importaciones de 94 países no solo refuerza la guerra comercial con China, sino que marca un quiebre en la globalización como la conocíamos. Para Chile, esta movida puede tener implicaciones profundas: ¿Cómo navegar en un mundo donde la política comercial ya no se rige por tratados ni reglas multilaterales, sino por decisiones unilaterales con efectos en cascada?

El nuevo manual de Trump

El plan de Washington tiene -en teoría- tres pilares estratégicos. Primero, reducir el déficit comercial estadounidense a costa de las economías emergentes asiáticas y la Unión Europea. Segundo, incentivar el regreso de manufacturas al país, encareciendo la producción en el extranjero. Y tercero, contener la influencia china en las cadenas de suministro globales, un tema que, en la lógica de Trump, va mucho más allá del comercio y toca la seguridad nacional.

En el primer mandato de Trump, se inició una guerra comercial con China que Biden continuó, con diferentes instrumentos y centrándose en la tecnología. Esto reflejó un cambio crucial en la dinámica entre las dos primeras economías mundiales. Ahora, Trump 2.0, ha iniciado una guerra comercial global, extendiendo la misma lógica: confrontar a los países que han logrado, en un esquema de orden liberal, vender productos más competitivos que los EE.UU. Pero la diferencia con su primer mandato es clara: si antes la batalla se libraba con China, ahora es una guerra comercial global. No solo se han renovado las sanciones a Pekín, sino que se ampliaron a países del Sudeste Asiático, donde China ha trasladado parte de su producción. La decisión de imponer aranceles sobre el 35% a Vietnam, Tailandia, Camboya y Laos es una jugada maestra para golpear indirectamente la estrategia de Pekín con la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Asia contraataca: tres escenarios posibles

En respuesta a esta situación, los países asiáticos cuentan con al menos tres opciones, no excluyentes entre sí: subir aranceles recíprocos, desatando una espiral de medidas proteccionistas, optar por llevar el caso ante la Organización Mundial de Comercio, aunque la efectividad de esta vía es cada vez más incierta, y diversificar mercados y fortalecer sus propias cadenas de suministro para reducir la dependencia de EE.UU. Cada una de estas estrategias tiene sus ventajas y desafíos. De hecho, pocos días después, China anunció una respuesta imponiendo un arancel del 35 % a los productos estadounidenses y presentó una demanda ante la OMC. Al mismo tiempo, China, Corea del Sur y Japón acordaron una nueva alianza comercial en un intento por defenderse de los fuertes aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos.

Chile: ¿En la línea de fuego?

A primera vista, Chile no figura entre los principales perjudicados. Su exportación estrella -cobre-ha quedado fuera del paquete arancelario. Sin embargo, la realidad es más compleja. Más del 60% de nuestras exportaciones van a Asia, y si los aranceles de EE.UU. afectan la demanda en el Este y el Sudeste Asiático, la presión sobre los precios de las materias primas será inevitable.

Pero hay algo aún más estructural en juego. El comercio internacional ya no se moverá solo por reglas económicas, sino por consideraciones geopolíticas y plantea un escenario cada vez más fragmentado en la economía global. No se trata solo de una guerra comercial, sino de un cambio sistémico que incluye una rivalidad en las cadenas de suministro, nuevas tecnologías y gobernanza digital.

Para Chile, esto significa que no basta con depender exclusivamente de tratados y acuerdos multilaterales. El nuevo panorama exige diversificación activa, negociaciones estratégicas e ir pensando gradualmente en qué sectores de la industria nacional hay que fortalecer para reforzar la autonomía productiva. En este nuevo paradigma, las decisiones comerciales estarán cada vez más interconectadas con la seguridad nacional, la securitización de las cadenas de suministro y la competencia entre las grandes potencias.

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