Una guerra para especular

Con la idea de volver a una incontrarrestable hegemonía mundial, el magnate y actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha emprendido un programa de acción que trastoca totalmente el orden internacional posterior a la desaparición de la ex Unión Soviética, que intenta revertir la correlación de fuerzas configurada en los últimos 30 años y rehacer el escenario de la globalización.

Pero, los Estados Unidos no disponen de una preponderancia estratégica, militar, financiera y política como la que tenía hace 30 años lo que ha generado es una situación de incertidumbre y desconcierto tan alarmantes que Trump avanza y retrocede, ofende y se retracta, se asemeja al mago que desató los conjuros y no está en condiciones de controlarlos nuevamente. La razón es evidente: volver al mundo unipolar es inviable.

En particular, China, Rusia e India se han reconstruido y constituido en Estados que no actúan obedeciendo por reflejo condicionado el diktat norteamericano. En efecto, en 1991, Mijail Gorbachov, había tenido el valor de iniciar reformas estructurales en la ex Unión Soviética las que activadas precipitadamente lo aprisionaban incontrolables, provocando el inesperado desplome del poderoso Estado soviético, una de las dos incuestionables superpotencias de entonces.

Al inicio de los '90, China aún no alcanzaba los frutos del proceso de reformas impulsado por Deng Xiaoping, el socialismo de acuerdo a las características chinas -que desechaba el dogmatismo maoísta- recién daba sus primeros pasos. En la década de los '80 había dejado atrás el desorden económico y social, estabilizado el país y reinstalado el aparato productivo, pero, el espectacular avance de la China de hoy, entonces era sencillamente inimaginable.

La India vivía bajo el flagelo de las hambrunas y la pobreza heredadas de siglos de voraz colonialismo que había exprimido sus riquezas y recursos humanos, su población era diezmada por la desnutrición y la insalubridad. Hoy, los avances económicos y tecnológicos crean una nueva realidad en la nación de Mahatma Gandhi que se puso de pie gracias a la independencia nacional que tantos sacrificios le costó conseguir.

En el nuevo escenario mundial los Estados y las naciones piden ser respetadas, no le están "besando el culo" como afirmó Trump, con soberbia el miércoles recién pasado, por el contrario, son voces que con sensatez le aconsejan que ser despreciadas y someterse a la arrogancia del mandatario estadounidense es un pésimo negocio, por eso, esta semana Trump sacudió el mercado con sus salidas de madre y, finalmente, generó una guerra comercial para especular en beneficio propio.

Ahora bien, mirando desde una perspectiva más general, emulando a Gorbachov cuyo precipitado plan de reformas desplomó a la ex Unión Soviética, Trump, desde lo que llamó "Día de la Liberación", está sacudiendo los pilares del orden internacional hegemonizado por los propios Estados Unidos, creado bajo la hegemonía neoliberal después del derrumbe soviético.

Sin embargo, no tiene con que reemplazar la estructura básica del modelo, así, termina imponiendo órdenes y contraórdenes proteccionistas con las que pretende relanzar la potencia productiva de los Estados Unidos y reencontrar la grandeza imperial perdida en un nuevo industrialismo, "puertas adentro", añorando el auge fabril de las primeras décadas del siglo XX.

Pero, las añoranzas y la nostalgia no construyen ni rehacen imperios y Trump comenzó a caminar por la cuerda floja, por eso, como la presión es mucha retrocedió. Actúo como si un golpe en la mesa bastara para cambiar el mundo y eso no sucedió. La guerra comercial pudo devorarlo. Las fuerzas destructivas que una confrontación pone en movimiento no preguntan el nombre de sus víctimas. Por lo menos especuló para el y la tecno oligarquía que lo rodea.

De todos modos, su ocupación favorita, "subir los aranceles" empuja directamente hacia una recesión global. Ni el más ortodoxo de los marxistas hubiera diseñado una crisis semejante. Ese probable resultado lo podría sepultar políticamente. Por tanto, seguirá en el póker de amenazar y retroceder y hacerlo así mientras pueda.

En el Intertanto, las fuerzas políticas democráticas y patrióticas deben defender a sus pueblos, sin grandilocuencia pero con firmeza. Hay que cautelar la estabilidad democrática como cuestión esencial y resguardar los intereses nacionales. La crisis que está provocando Trump no la pueden pagar los pueblos del mundo

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