El Consejo Universitario de la Universidad de Chile, en declaración de fecha 24 de mayo, y el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez, en carta respuesta a la FEUC publicada en El Mercurio, han emitido sendas declaraciones sobre el conflicto en Gaza. En ellas se refieren a la solicitud efectuada tanto por la FEUC como por alumnos de la Universidad de Chile, en orden a cortar las relaciones con universidades israelíes, con motivo de las masacres que se están cometiendo en Gaza.
La declaración de la Universidad de Chile hace referencia a la importancia del intercambio académico y redes a nivel global; que por grave que sea la situación, no se puede condicionar la colaboración académica y acuerda impulsar una amplia discusión al respecto.
El rector Sánchez, por su parte, alude al espíritu universitario de reflexión académica, apertura al diálogo, pluralismo, debate respetuoso y otros conceptos, para rechazar la ruptura de relaciones.
Nos parece razonable el contenido de ambas declaraciones. Sin embargo, debemos hacer notar que ello es válido en situaciones en las cuales el disenso puede expresarse a través de un debate en el que predominen la razón y el derecho. Y en este sentido, debemos señalar que nada de ello se cumple cuando se trata del Estado de Israel.
En efecto, hablamos de un Estado que durante 76 años ha hecho escarnio del derecho internacional y humanitario y en el que todas sus instituciones, incluidas las universidades, están comprometidas con el proyecto colonial sionista de limpieza étnica, apartheid, usurpación de tierras y, desde hace más de 7 meses, con el genocidio aún en curso en Gaza. Incluso, hay universidades israelíes que poseen campus en territorio palestino ocupado (crimen de guerra según el derecho internacional).
Por otra parte, las universidades no pueden obviar el hecho de que hoy estamos frente a un genocidio cuyo nivel de barbarie ya está superando al de los peores cometidos en el siglo pasado. En su transcurso, se ha normalizado el bombardeo de hospitales, escuelas, poblaciones civiles y campos de refugiados; el asesinato indiscriminado de civiles por medio de francotiradores o drones y la utilización del hambre como arma de guerra.
Por todo lo anterior, creemos que es urgente que las universidades pongan su cuota de contribución para aislar a la potencia ocupante y a sus instituciones. Y, además, que utilicen su influencia y prestigio para efectuar un llamado al alto el fuego y a la paz, basada en la solución de 2 Estados. Una vez detenido el genocidio, ya habrá tiempo para el intercambio académico, la reflexión, la apertura al diálogo y otros quehaceres propios de las relaciones entre universidades.
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