Este mes se conmemora en el mundo Yom Hashoa, día en memoria de las víctimas del Holocausto.
El conocido escritor Primo Levi describió de la siguiente manera el arribo al campo de exterminio. “Entonces comprendimos que el lenguaje humano es insuficiente para expresar la terrible ofensa: la destrucción del hombre. La realidad se reveló ante nuestros ojos en apenas un instante, casi como una profecía: habíamos llegado al fondo, a lo último, al punto desde el cual ya no es posible seguir bajando. No nos quedó nada, nos quitaron la ropa, los zapatos, y no nos dejaron siquiera nuestros cabellos. Si hablásemos no nos escucharían, y si nos escucharan no entenderían nuestras palabras. Pronto nos despojarán de nuestros nombres…”.
6 millones de judíos, es decir, dos de cada tres de los que vivían en Europa fueron asesinados por el Régimen Nazi. Pero fueron muchas más vidas: entre 3 y 6 millones de eslavos, entre 2.5 y 4 millones de soviéticos, 3 millones de polacos, y un número no determinado de gitanos, discapacitados, Testigos de Jehová y homosexuales.
Sin embargo, las cifras no describen los horrores de leyes discriminatorias, la persecución, el aislamiento en guettos, los fusilamientos como Babi Yar, el traslado de niños, ancianos, mujeres hacinados en vagones hacia los campos de muerte, el Zyklon B con que gasearon a los más débiles, la tortura, el hambre, el trabajo forzado, los experimentos médicos. Todo esto va más allá de la comprensión humana.
Este año, volvemos a recordar la Shoa, el Holocausto, bajo el mandato que nos hemos impuesto los seres humanos de distintas nacionalidades, idiomas y costumbres de recordar y jamás olvidar.
¿Pudo Hitler con todo su poderío lograr solo este horror? Indudablemente que sin siglos de antisemitismo ello habría sido imposible.
¿Pudo el Holocausto ser evitado?
En Julio de 1938 fue convocada por iniciativa del Presidente Roosevelt la Conferencia de Evian, destinada a determinar como ayudar a los judíos alemanes y austriacos perseguidos en sus países.
Participaron 32 países y 200 periodistas. Hitler comentó que si dichas naciones estaban dispuestas a recibir judíos él les permitiría salir y añadió sarcásticamente “estamos dispuestos a entregar a estos criminales a esos países que tan gran simpatía les tienen, incluso los pondré en barcos de lujo”.
Si cada uno de dichos países hubiese aceptado a sólo 17.000 judíos, todos los judíos de Alemania y Austria se habrían salvado.
Pero como Hitler lo insinuó esa “gran simpatía” no fue otra cosa sino hipocresía. Ningún país estuvo dispuesto a recibir judíos con la sola excepción de República Dominicana que recibió a 800. La Conferencia ni siquiera consideró necesario emitir una declaración de condena a la Alemania nazi. La actitud indiferente convenció a Hitler que al mundo no le interesaban los judíos y que podía seguir adelante con sus planes de exterminio.
Golda Meir escribió en su autobiografía “MI VIDA” que a ella, representante de los judíos, no le permitieron sentarse con los delegados. Al finalizar la Conferencia declaró a la prensa: “Lo único que deseo antes de morir es que mi pueblo no necesite más expresiones de simpatía”.
En ese período Jaim Weitzman, quien fuere posteriormente el primer Presidente de Israel declaró, “El mundo está dividido en dos partes: los sitios donde los judíos no pueden vivir y los sitios donde los judíos no pueden entrar”.
En 1939 Gran Bretaña, la potencia mandataria publicó su famoso libro blanco, limitando drásticamente la inmigración y prohibiéndoles comprar tierras en la entonces Palestina.
Ciertamente, el fin de la guerra y el conocimiento de los horrores no terminó con el antisemitismo. En Polonia fueron masacrados los sobrevivientes en un progrom y así suma y sigue.
En el día de hoy, las redes sociales del mundo están plagadas de dichos antisemitas y las venenosas críticas al Estado de Israel, no se basan en discrepancias legítimas respecto a las políticas de sus gobiernos, sino al más simple y puro antisemitismo.
Se confunde incluso por personas que indudablemente son ilustradas, el Estado de Israel con su gobierno y se expresa sin pudor alguno su “anti israelismo”. Nunca hemos escuchado dicha expresión por los contrarios a las políticas de ningún país.
Internet está plagado de insultos a los judíos y se ha acuñado una nueva expresión: “Rentistas del Holocausto”. Ciertamente es una renta de la que nadie en el mundo quisiera disfrutar.
El antisemitismo como todo tipo de discriminación, es una enfermedad que corroe a la sociedad y es deber de todos el combatirlo, razón por la que aplaudimos una vez más la dictación de la ley contra la discriminación, no tanto por su eficacia jurídica, sino como expresión de la voluntad política del Gobierno y el Parlamento y por la que abogamos por un pronto despacho de la ley contra la incitación al odio que venga a complementar la ley antidiscriminación la que si bien fue un paso importante es notablemente insuficiente.
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