Con un peso relativamente pequeño en el universo católico internacional, Chile fue el laboratorio de ensayo de un nuevo paso en el aceitado manual de encubrimiento e impunidad.
Su puesta a punto fue avanzar de los “castigos” clásicos de expulsión hacia exilios dorados de religiosos abusadores y obispos ya insalvables a medidas en apariencia inéditas: recepción de sobrevivientes en el Vaticano, renuncia masiva de todos los obispos del país (lejos de concretarse en la práctica), una aparente intervención internacional de la Iglesia Nacional.
En el sustrato de aquellas acciones maceraba una tesis, la Iglesia católica chilena estaba infiltrada y comandada por una mafia de encubridores, es decir no era la Institución la matriz de estas prácticas sino que un grupo de malvados hombres la estaban usando en su beneficio.
Testeada la idea aparentemente funcionó. Víctimas, laicos y religiosos no manchados por los abusos mostraron beneplácito de la “limpieza” comandada por Francisco desde fuera.
En paralelo, rumores de luchas internas, casi fratricidas, entre “obispos buenos y obispos malos”, donde Estados Unidos jugó también su papel. Francisco, se elevó entonces a la categoría de paladín en esta guerra contra el abuso y quienes le recuerdan su pasado como Bergoglio el obispo encubridor se convierten en agentes de las mismas mafias que lo atacan. El gran encubridor ahora desea ser conocido como la gran escoba.
El prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, el cardenal João Braz de Aviz, el primer día hábil del 2019 reconoce más de 60 años de encubrimiento en el caso de los Legionarios de Cristo.
Y sigue hablando de errores y no de delitos ¡cuando el encubridor de Maciel es el ahora santificado Juan Pablo II a manos del propio Francisco! Lo central de la declaración de Braz está en la causa que él atribuye a estas décadas de “errores”, una mafia al interior de la Iglesia.
Se activa entonces a nivel global el nuevo argumento encubridor, no es la Institución la forjadora de la impunidad sino una red mafiosa en su interior contra la cual el Papa Francisco está luchando.
Levantas una piedra y aparecen los analistas que especulan si acaso este nuevo héroe podrá contra el cáncer de la Iglesia Universal enquistado en la profundidad de los pasillos del poder romano, si no caerá antes presa de algún complot malvado, este Papa jesuita que insiste en presentarse al mundo como progresista, con zapatos gastados, en apariencia humilde como San Francisco, como si eso fuese equiparable a todo el oro y el poder que sigue usando para encubrir los delitos de su institución en todo el mundo.
Bergolio antes que Papa fue obispo y cardenal encubridor. Allí están el caso Grassi, el caso Ilarraz, y el de Gustavo Zanchetta, abusador obispo de Orán protegido y salvado por este Papa, para mencionar sólo los más mediáticos.
¿Sigue Francisco siendo el Bergoglio de antaño? Sigue siéndolo. Repasemos. En 2014, siendo él ya Papa, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU le hizo nueve exhortaciones al Estado Vaticano con el fin de que la institución que comanda y que se extiende por todo el mundo acabe con el flagelo de los abusos sexuales que está enquistado en su estructura y organización. Hasta el momento, la Santa Sede no cumplió con ninguna de ellas.
“Francisco y sus funcionarios tampoco cumplieron con el conjunto de medidas sugeridas por el Comité que controla la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de la misma ONU, que tras analizar muchas denuncias de víctimas y asociaciones de derechos humanos concluyó en que el Vaticano violó la Convención al haber permitido infinidad de abusos sexuales habiendo podido evitarlo.” Esto dice la prensa argentina sobre el tema.
El Vaticano es un Estado suscriptor de las convenciones de la ONU. Durante su mandato Bergoglio ha demostrado una total indiferencia a las exhortaciones y sugerencias de ambos comités.
“Hasta el 1º de septiembre de 2017 Bergoglio tenía plazo para presentar ante el Comité de los Derechos del Niño los informes (combinados) tercero y sexto relativos al cumplimiento (dentro de la Iglesia) de la Convención. Pero no lo hizo. Los miembros del Comité todavía lo están esperando. Y hasta mayo de 2018 tenía plazo para presentar el informe periódico al Comité Contra la Tortura. Tampoco cumplió.” Vuelvo a citar a la prensa de su país de origen.
Quienes defienden a Francisco o son ingenuos o les conviene hacerse que lo son. Hay sobrada información a libre disponibilidad sobre los dictámenes de organismos internacionales que sindican a la estructura institucional de la Iglesia Católica como la responsable de este flagelo. Basta de tomarnos por tontos, manipulados por zurdos, enemigos de la obra divina.
Los que denunciamos el abuso sexual y las redes que lo encubren somos enemigos de la Iglesia delincuente.
Y quienes permanecen dentro de la misma a sabiendas de todo esto son responsables de seguir avalando crímenes aberrantes.
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