Complicidad pasiva

Quienes creemos en Chile país republicano,  vemos la confirmación del magnicidio del Presidente Eduardo Frei Montalva como un hecho político sin precedentes que nos exige insistir en recuperar la verdad de tantas otras personas que lucharon contra la dictadura y sufrieron tremendas consecuencias.

Para esta verdad fue esencial la perseverancia de su hija Carmen Frei, y la de tantas personas que siguen empujando para que Chile tenga acceso a justicia. Su convicción aumentó en la medida que se conocían más antecedentes y la ratificación del  homicidio de su padre impacta.

Y es que este  caso refleja un régimen que no tenía otro fin que perpetuarse en el poder, al ser capaces de urdir la muerte de quien en ese momento se perfilaba como un elemento de unidad y salida democrática para el país.

Un hecho que la negativa a colaborar en la investigación no pudo ocultar, esa del actual Subsecretario de Salud, Luis Castillo, protagonista de una omisión culposa que no significó  castigo penal, pero obliga  la condena moral en un gobierno que no debiera permitirse dudas respecto alguna complicidad con el régimen militar.

Hay tantos que ayudan a que en la opinión pública se relativicen los hechos. Como aquellos que destacaron que “por separado” la familia Frei reaccionó al fallo, pero que prescinden en su titular respecto que uno de esos “cómplices pasivos”- que el propio Presidente Piñera criticó - forma parte del gobierno.

“Condenamos con indignación este asesinato” dijo el Mandatario al reaccionar sobre el fallo, pero sin recoger el emplazamiento de los afectados, aquella es una declaración protocolar que tampoco ayuda a la convivencia nacional.

Porque lo que conocimos respecto el asesinato del Presidente Frei Montalva es una bofetada a quienes quisieron instalar ese llamado negacionismo, a veces tan manoseado por quienes sólo buscan ser parte de la cuña tuitera y de TV. 

Los  antecedentes del caso son contundentes  y el paso lógico es apelar para que la justicia dé cuenta de lo que a todas luces es un homicidio calificado

Y como fuerza política también debimos tomar acción mucho antes de esperar a la posibilidad que se cerrara la investigación para ser querellantes. Corresponde ahora seguir insistiendo en que los pactos de silencio se rompan y sepamos quiénes dieron las órdenes,  más allá de los mandos medios.

Reconocer que la dictadura del general Pinochet no es un orgullo para Chile ha sido parte del proceso de reconciliación del que aún los chilenos necesitamos, pero que para algunos aún carece de justicia. 

No hay que perder la esperanza y dar vuelta la hoja (esa que Pinochet decía no se movía sin su consentimiento) porque el objetivo de reconciliación permanente requiere de verdad y justicia. 

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