El fallo del ministro de fuero de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vásquez, fechado el 17 de Diciembre, que condena a los autores materiales del apresamiento, secuestro y desaparición de la dirección clandestina del Partido Socialista, en junio de 1975, hace necesaria una reflexión sobre una etapa decisiva de nuestra historia como país y como partido popular y de izquierda.
Nuestros compañeros, Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas, Ariel Mancilla, Alfredo Rojas, así como las compañeras Michelle Peña, Carolina Wiff, Mireya Rodríguez, Sara Donoso y Rosa Solís, ocupan un lugar fundamental en la lucha por la democracia y la libertad en Chile.
Cuando la Junta Militar, encabezada por Pinochet, con el respaldo de la derecha política y económica, desmanteló las instituciones democráticas y lanzó la DINA a la captura de los militantes de izquierda que luchaban en la clandestinidad, la Dirección Clandestina del Partido Socialista pasó a ser un objetivo fundamental del terrorismo de Estado, en esas precarias condiciones supieron resistir, sin someterse a la opresión del fascismo neoliberal, hasta que los capturaron y desaparecieron para siempre.
El fallo judicial es un acto necesario de justicia, sin embargo, no podrá reparar la pérdida irreparable que generó al socialismo y al pueblo de Chile la acción criminal que hizo desaparecer a los más íntegros y consecuentes militantes, aquellos imprescindibles que nunca se rindieron, como tampoco arrancará su recuerdo de nuestra memoria, el reconocimiento que debemos a su brega inquebrantable y no borrará de nuestro conciencia el dolor que nos acompañará siempre.
Hoy, para mayor dolor de las familias y vergüenza de nuestra patria, surgen los que reivindican el pinochetismo, los que justifican los más atroces crímenes a cambio de un ficticio progreso económico. Al aparecer los cínicos que excusan las más sórdidas y crueles conductas humanas, se realza con fuerza moral indestructible la lucha de la Dirección Clandestina del PS.
Quienes les conocimos sabemos de su vida consecuente, digna, esforzada y austera, y podemos afirmar que no les animaba esa insana soberbia de pasar a la historia, que tantas veces nubla la visión política, no, no eran ególatras o narcisistas como muchos, fueron militantes puros y sinceros, que no desertaron y que supieron luchar en el momento en que era imprescindible que lo hicieran. Así pasaron a formar parte imborrable de la memoria histórica de la nación chilena.
Su lucha fue una brega unitaria, por el acuerdo del conjunto de los demócratas chilenos para reconstruir la democracia, restablecer la dignidad de la persona humana y el imperio de sus derechos pisoteados por la dictadura.
Poco después la Dirección Clandestina del Partido Comunista, dirigida por Víctor Díaz también sufría el terrorismo de Estado y eran capturados y desaparecidos, así como antes habían sido asesinados los dirigentes del MIR, liderados por Miguel Enríquez.
Años después, en 1982, fue asesinado el ex Presidente Eduardo Frei Montalva, el dolor que sentimos es como el de su familia que lucha por la verdad y la justicia ante un crimen perpetrado para quitarle a Chile un líder posible para el retorno a la democracia.
El socialismo humanista busca la justicia, no la revancha, por eso, lo esencial, lo que está primero de cualquier consideración es la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado, luego el reconocimiento del legado de lucha y compromiso hacia nuestros compañeros de la Dirección Clandestina, a los que no podremos recuperar jamás, pero que siempre serán un impulso para luchar por una nueva sociedad, en la que el hombre deje ser el lobo del hombre y se transforme en su hermano.
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