Después de leer la carta de Rosario Guzmán a su asesinado hermano Jaime, ex senador de la República confieso que quedé perplejo. El ideólogo del Golpe, fiel asesor del Capitán General, fue sentenciado a muerte por la cosanostra, mucho antes que los hechores cometieran tan abominable atrocidad.
El general Contreras, ex jefe de la Dina, preparó su siniestro deceso, para impedir que declarase ante la justicia, sobre los crímenes cometidos, por los agentes del Estado chileno a su mando, “dígale a su hermano que yo no amenazo” fue la lacónica respuesta que recibió al inquirirle ella sobre la sentencia que se cernía sobre el autor de la Constitución del 80.
Pinochet tenía que extirparse esa pesada mochila, sabía más de la cuenta, poniendo en riesgo su continuidad como Comandante en Jefe del Ejército y posterior senador designado. El informe Rettig, fue lapidario por su responsabilidad directa en las violaciones a los DD HH.
La epístola de Rosario al cumplirse 25 años del atentado criminal, fue desgarradora, de una tristeza infinita, atreviéndose a decir públicamente, su verdad, con valentía asombrosa, que dejó consternado a medio mundo.Algunos muy preocupados, los cómplices ocultos aterrorizados.
Los que sospecharon, del atentado, pero que por falta de pruebas, jamás se atrevieron a decir nada: callaron. Otros lo usaron con viles propósitos, incluso para desestabilizar al reciente electo gobierno, que encabezó Patricio Aylwin, en el difícil retorno a la democracia.
Maquiavelo quedó chico, ante tanta fría calculadora El muerto no podía descansar en paz. Mientras fuera útil a los propósitos de su partido político, todo estaba permitido había que hacerlo, la causa así lo ameritaba, la sangre derramada en el Campus Oriente de la PUC advertía que la lucha continuaba, dentro y fuera de los cuarteles.
Con esto no estoy exculpando a los ejecutores del FPMR, los que dispararon a mansalva, por ningún motivo, son tan cómplices como los autores intelectuales. Cada cual, con motivos distintos, solo los unía una pura sed de venganza y odio enconado.
“Unos fueron asesinados y desaparecidos en dictadura, a ti, te mataron en democracia Gracias a Dios, nosotros pudimos darte sepultura” reflexiona la atribulada hermana que busca desentrañar una verdad que siempre la van a ocultar como tantos otros crímenes.
El FTMR se cobra una cuenta, por los “compañeros “caídos” durante la represión, la gran duda que aún persiste en corazón de esta destacada periodista es, “¿en qué estaban, cuando te mataron, el dictador su mujer y su compadre de la Dina, con quienes estabas severamente enemistado?” toda vez que en el régimen militar no se movía una hoja sin que él no lo supiera.
Transcurrido un cuarto de siglo, que empaña nuestra historia, la gente quiere olvidar los aciagos días que vivimos, por irreconciliables posiciones antagónicas que no dejaban espacio para el entendimiento, el diálogo y la sana reflexión. Lo que está claro, muchos se han confabulado para impedir el total esclarecimiento del horroroso atentado.
Nuevas cartas aparecerán de cuando en cuando, declaraciones de algún infeliz arrepentido, cuya conciencia no lo deja vivir en paz consigo mismo, o testimonios como esta misiva, que pretende lavar una imagen del quinto hombre civil de la Junta Militar, cuyo poder de decisión y convencimiento se chocó con los peores genocidas del régimen.
Rosario, utiliza el mismo sistema de uno de sus predilectos, Pablo Longuería quien se comunicaba con el Gurú, a través de conversaciones desde el más allá. Donde la gran mayoría de sus líderes que formó, hoy están siendo encausados por cohecho, malversación y toda una serie de figuras delictivas que tienen al mayor partido de oposición al Gobierno en el descrédito total.
No son los únicos, parte de la clase política está cuestionada, pocos se salvan del desprestigio. La relación de políticos con el poderoso caballero don dinero, es nefasta. Su influencia en la confección de las leyes ha quedado meridianamente demostrada por los persecutores de las Fiscalías.
Jaime Guzmán, el católico de misa diaria, el conservador a ultranza, el formador de jóvenes al amparo de Chacarillas, de los legionarios de Cristo o del poderos Opus Dei, el que engendró la Constitución, el que “soñaba convertir a Chile en una gran Iglesia”, la iglesia católica santa y pecadora de todos los días, que se devela con los Karadima, los obispos y curas pedófilos, sin duda no descansará en paz, al ver su obra derrumbarse estrepitosamente.
El mea culpa aflora en cada uno de los relatos íntimos de una familia que vivió y sufrió en torno a su figura pública, de su identidad sexual, la que fue llevada al cine por un hijo de la autora, lo que causó serias discrepancias entre los suyos. Una feroz oposición de los dirigentes de su partido, que después de su trágica muerte, quisieron convertirlo en un mártir inmaculado, sin mancha.
Los duros ataques recibido por los jerarcas del derechista partido que sustentó al régimen de facto, se han dejado caer con toda fuerza en contra de la denunciante, aunque tarde, sus lacerantes confesiones deja abierta una puerta de par en par, una luz, para asombrarnos cada vez más.
No dudo que ella sospechaba a lo que se iba a enfrentar, una campaña de hostigamiento permanente de quienes ayer la adularon por ser la regalona del líder, protectora de la dramática adolescencia que sufrió, conocedora de sus secretos personales, la ya no tiene por qué callar nada.
Rosario en lo profundo de su alma sabe a quién dirige este mensaje, su hermano conoce cuáles son sus intenciones: Ni perdón ni olvido.
Para que todos los que tramaron su muerte, no puedan dormir en paz.
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