Sólo unos segundos fueron suficientes para informar que en el año 2019 habían muerto 121 niños, niñas y adolescentes que se encontraban bajo la tutela del Sename. Luego, la cruel y despiadada lápida del silencio y del olvido.
Qué poco vale la vida, qué poco interés por cuidarla y protegerla. Ha sido histórico el desenlace fatal para niños pobres, vulnerables, abusados y maltratados. ¿Quiénes son los encargados de velar por sus cuidados, educación, desarrollo humano, social y espiritual?
¿Qué nos dice la Constitución Republicana en esta materia? Sorprendentemente, nada o casi nada. Sin embargo, cuántos tratados y convenios internacionales suscritos por Chile que no se respetan y menos todavía se enarbolan con valentía para que se cumplan.
No nos dejemos engañar con manipulaciones, discursos falaces o palabrerías sin fundamentos. La realidad de todos los días nos habla por sí misma.
No sabemos cuál será la opción triunfadora en el próximo plebiscito. La que sea, no tiene mayor importancia. Eso, mientras tengamos enquistados en sectores claves del quehacer nacional innumerables sujetos expertos y maestros en el abandono de sus responsabilidades, incapaces de justicia social, de la mística necesaria para el servicio público, del cuidado a su palabra empeñada y la fidelidad a sus votantes. Nada más. Se lesiona profundamente y se atenta contra la sagrada credibilidad y confianza de las instituciones públicas.
¡Cuánta agonía y desventura para las madres que pierden a sus hijos! ¡Cuánta brutalidad y barbarie han hecho su aparición en instituciones del Estado! ¡Cuántos universos de brillantes colores, luz y sinfonías hemos perdido!
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