La sumisión química se refiere a la administración no consentida de sustancias psicoactivas a una persona con el propósito de cometer un acto delictivo. Estas personas-perpetradoras planifican el uso de sustancias para incapacitar la defensa de la víctima y facilitar la comisión del delito, especialmente delitos de agresión sexual, aprovechándose de la vulnerabilidad de las víctimas. Los agresores/as, independientemente de sus perfiles psicológicos, dan cuenta de una dinámica de poder y control que establecen a través de la sumisión química.
Este término fue acuñado por primera vez en Francia en 1982, para describir una práctica que se volvió recurrente entre ciertos agresores sexuales. Esto subrayó la necesidad urgente de definir y abordar este tipo de delito en el ámbito social, con el fin de proteger a las víctimas, facilitar la intervención médica y legal, y establecer protocolos de actuación. Actualmente, los tribunales franceses están debatiendo el caso de Gisèle Pelicot, una mujer que fue violada durante décadas por su esposo y 50 hombres más, sin ser consciente de ello.
Chile no ha sido ajeno a los actos de violencia de género, y recientemente la prensa ha destacado dos casos de denuncias por violación sexual que han conmocionado a la opinión pública. En estos casos, la sumisión química ha jugado un papel importante en las dinámicas de poder y control ejercidas por los acusados. Sin embargo, estos incidentes visibles en los medios representan solo una pequeña parte del problema. Durante el año 2024, el Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD) ha registrado 10.367 denuncias de violaciones y delitos sexuales, de las cuales solo se han producido 1.060 detenciones.
Estos datos indican que las denuncias por delitos sexuales en Chile no reflejan adecuadamente la gravedad de estos crímenes. Los 10.367 casos reportados este año continúan siendo clasificados de manera general como actos de índole sexual, lo que oculta conductas específicas. Esta clasificación ambigua contribuye a que solo 10% de los casos resulten en detenciones. Si se eliminaran estas ambigüedades y se diferenciara entre tipos de delitos, como la sumisión química, el porcentaje de detenciones podría aumentar.
Por ello, es imperativo revisar la tipificación de los delitos para que nuestros marcos legales reflejen adecuadamente la gravedad de cada tipo de delito sexual. Además, es esencial establecer protocolos uniformes para la actuación de las fuerzas policiales y el personal médico-forense, que incluyan la recopilación de pruebas y el acompañamiento a las víctimas. Esto garantizaría no solo un trato adecuado a las y los sobrevivientes, sino también una correcta interpretación de las pruebas por parte de policías y jueces, eliminando las creencias patriarcales sobre la libertad sexual de las mujeres, facilitando las denuncias y el acceso a la justicia. El 90% de impunidad que enfrentamos en 2024 en casos de violencia sexual revela una cifra negra y destaca un problema de salud pública que requiere trabajar la deconstrucción de las masculinidades patriarcales.
Ahora bien, es importante señalar que los y las perpetradores de sumisión química emplean diversas sustancias psicoactivas para anular la voluntad de la víctima. Entre las más comunes se encuentran: El alcohol, debido a su fácil acceso y su capacidad para disminuir las inhibiciones y la capacidad de defensa de la víctima y donde la ley no siempre se hace cargo de los niveles de destilación que deben tener para evitar daño humano; las benzodiacepinas, utilizadas por sus efectos sedantes y amnésicos; el GHB (Gamma-hidroxibutirato), conocido como "éxtasis líquido", por su capacidad para inducir sedación y amnesia; las ketaminas, que pueden causar sedación y pérdida de memoria a corto plazo; y la escopolamina, conocida como "burundanga", utilizada por sus efectos de sumisión y amnesia. Estas sustancias son seleccionadas por las y los perpetradores debido a su capacidad para incapacitar a las víctimas, facilitando así la comisión del delito.
El modus operandi común de los agresores en casos de sumisión química implica actuar en un entorno que parece seguro y cómodo para la víctima, como una fiesta, una cena o la casa de un conocido/a. La víctima suele consumir una bebida en la que se ha introducido la sustancia, y posteriormente se siente aturdida y confundida, despertando horas después sin recordar lo ocurrido, ni saber con certeza si ha sido agredida sexualmente. La característica de estos agresores es que a menudo tienen antecedentes penales de diversa índole, siempre planifica el uso de sustancias, cuentan con experiencia previa sobre como realizar una sumisión química y además, suelen operar dentro de una red de individuos que les conocen y facilitan sus acciones.
Es de esperar que las nuevas masculinidades chilenas se liberen de estas repeticiones históricas desestabilizantes en torno a la violencia sexual hacia la mujer. Sin embargo, mientras trabajamos hacia un orden de género menos opresivo, la cárcel ejemplificadora parece ser el camino más viable para abordar estos delitos y proteger a las víctimas. NI UNA MENOS.
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