Un reciente estudio publicado por investigadores chilenos analizó la pérdida de suelo en distintos tipos de cobertura forestal, concluyendo que los suelos sobre los que crecen plantaciones forestales pierden mayor cantidad que aquellos cubiertos por bosque nativo. Este es uno de los tantos estudios publicados que buscan alertar sobre la brecha que existe entre la provisión de servicios ecosistémicos de los bosques naturales y la pérdida de estos mismos servicios en aquellas áreas donde crecen plantaciones forestales.
Estudios comparativos como el descrito se publican con frecuencia. Al intentar explicar el porqué del aumento de esta rama de la investigación ambiental-forestal podemos especular que se trata de intento por incidir en la política pública, alertando a los tomadores de decisión de los inconvenientes de seguir promoviendo los cultivos forestales, y por otra parte, destacar las bondades de promover la restauración del bosque nativo. Aunque puede parecer un despropósito, no son pocos los que promueven terminar con las plantaciones y reemplazarlas por bosques naturales a través de programas de restauración.
Otra posibilidad para este afán comparativo podría apuntar a la denuncia de la industria forestal con el fin de que se cierren las brechas entre las dos formaciones vegetales y lograr, mediante estos estudios-denuncia, que las plantaciones cumplan idénticos objetivos y entreguen los mismos servicios ecosistémicos en cantidad y calidad que un bosque natural. Esta aspiración nacería de la creencia que las plantaciones son bosques incompletos, o derechamente no son bosques, y que deben expiar sus limitaciones convirtiéndose en lo más cercano a un bosque natural que se pueda conseguir.
Cualquiera sea la razón de este afán, llama la atención de que este abnegado esfuerzo científico, este prurito inquisidor, no se extiende a otras actividades productivas con impactos ambientales documentados. Puestos a comparar los servicios ecosistémicos que proveen los bosques naturales con otras actividades productivas estaremos de acuerdo en que ninguna pasaría la prueba de tal comparación. No la pasaría la agricultura, la ganadería, la industria vitivinícola o la industria frutícola. Sólo los bosques proveen los servicios ecosistémicos que generan los bosques. La afirmación es obvia y no requiere la batería de estudios comparativos que ahondan en las diferencias.
Pero curiosamente las otras actividades productivas no son mencionadas. Al parecer la fijación sólo es con la actividad forestal, con la producción de madera y no de alimentos, vinos, carne, semillas y un largo etcétera. Esta conclusión parece confirmarse cuando se revisa el comportamiento de los mismos investigadores respecto de la industria vitivinícola.
Al revisar los estudios del Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad (VCCB) del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), extraña la ausencia de trabajos denunciando la brecha de provisión de servicios ecosistémicos entre la industria del vino y los bosques naturales, o bien estudios que denuncien la superficie de sustitución de bosque nativo generada por esta industria. Aunque ese estudio sería de fácil elaboración, ya que prácticamente todos los viñedos han sido establecidos donde antes había bosque nativo. Los bosques del valle de Casablanca no desaparecieron solos.
De hecho, el más reciente estudio del programa VCCB evaluó la importancia ecológica de parches de vegetación nativa remanentes en 22 viñas chilenas. El estudio indica que estos parches de vegetación nativa son elementos claves para la conservación de la biodiversidad en áreas rurales y destacan que las viñas los conserven. Sin embargo, el mismo estudio indica que parte de esta vegetación nativa remanente existe sólo debido a que por topografía o pendiente las viñas no pudieron expandir sus cultivos a dichas áreas (si hubieran podido, esos parches de especies nativas ya no existirían).
Además, el estudio destaca en su introducción que esta actividad es realizada por "una industria (la vitivinícola) en una etapa de transición desde una preocupación por la sostenibilidad a concretar innovadoras prácticas de manejo". De su lectura se infiere que los autores no están preocupados por visibilizar los impactos ambientales históricos de esta actividad. No hay juicios, solo ánimo de colaboración.
Esta actitud, por supuesto, no se extiende a la industria forestal. Todo lo contrario, existe un ensañamiento en la crítica que desconoce cualquier avance. La diferencia en el trato probablemente responde a que la ciencia siempre ha tenido posición política en el tema ambiental y de los bosques, o al menos los investigadores que hablan en su nombre. Y para un grupo de ellos esa posición es ideológicamente contraria a la actividad forestal.
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