Cada vez, la sociedad está más consciente que el consumo de desechos de plástico se encuentra en un nivel alarmante. Al año se producen más de 300 millones de residuos de este material, lo que es equivalente al peso total de la población humana.
Y lo que es más preocupante aún, en la historia de la humanidad tan sólo un 9% de los millones de toneladas de ellos, han sido recicladas. ¿Y el resto? Se encuentra flotando en el mar, en el medio ambiente, en vertederos y de acuerdo a las últimas investigaciones, dentro de los organismos de los animales y las personas.
Expertos afirman que de seguir esta tendencia para el año 2050 por cada tonelada de peces en el océano, también existirá una de plástico.
Las cifras específicas de Chile no son mucho mejores. Según la Asociación de Plásticos de Chile, a sólo un 8% de ellos se les puede dar hoy, una segunda utilidad. ¿Y qué pasa con el otro 92%? Aún no tenemos la capacidad instalada de reciclarlos o reutilizarlos.
Si bien, en la última década hemos avanzado con políticas como la Ley de Responsabilidad Extendida de Productor, la Prohibición de Bolsas Plásticas o el Fomento del Reciclaje, necesitamos avanzar más, y de forma urgente, especialmente en términos de educación medioambiental. De hecho, cada chileno produce 1,1 kilo de basura domiciliaria, pero sólo 2 de cada 10 personas reciclan, siendo las razones principales, falta de hábito, carencia de centros de acopio y desconocimiento.
El modelo de “economía circular” propone la generación de un ciclo continuo que aumente la vida útil de los productos, reduzca el consumo, fomente el reciclaje y la reutilización, optimizando el uso de los recursos y reduciendo las emisiones de carbono.
Es fundamental que cada día más empresas, no solo incorporen en su ADN un modelo de negocios donde ocupe un lugar importante su relación con el medio ambiente, sino que se puedan comprometer con una reducción cuantificable, de sus emisiones.
Como sabemos, a fines de este año, Chile será sede de la Cumbre sobre el Cambio Climático (COP25), lo cual nos da una gran vitrina para potenciarnos como agentes de cambio. Es momento de inspirar nuestra sociedad en general, para que se generen acciones para hacer frente al uso desenfrenado del plástico, pero también para cambiar los patrones de producción y de consumo.
Sin embargo, ello no es suficiente. La COP otorga una ocasión única a las empresas, para que hagan un auto examen y se comprometan con logros cuantificables en materia de reducción de emisiones, acompañando la declaración de propósitos de nuestro país.
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