Dicen que la frase "Es la economía, estúpido!" llevó en 1992 al entonces candidato Bill Clinton a la presidencia de EEUU, después de centrar su discurso en el desarrollo económico por sobre cualquier otro concepto. Hoy, el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas cuestionan fuertemente este paradigma.
Cada 2 de febrero, y desde la firma de la convención Ramsar en 1971, se conmemora el Día Mundial de los Humedales, siempre un momento ideal para reflexionar respecto a qué estamos haciendo y qué nos falta por hacer en protección de humedales.
Volviendo a Bill Clinton, sabemos que en EEUU el crecimiento económico y sus eventuales beneficios han sido el factor a la hora de elegir a sus gobernantes. Todos necesitamos de la economía, pero basarse únicamente en ella se ve hoy muy limitado. La ecología no es más que la economía de la naturaleza y la economía, se basa enteramente en la naturaleza. Ni siquiera una persona que venda ideas puede existir ni no hay agua disponible o recursos para alimentarse y el bienestar humano requiere de complejas interacciones y estructuras que van más allá de lo económico.
¿Cómo compatibilizamos entonces economía con la conservación de naturaleza? En este dilema navegamos y Ramsar es una muestra de ello: aboga por el uso racional de los humedales. Inevitablemente debemos usar a los humedales y hemos estado muy entrampados entre el ambientalismo intransigente y la economía sin ética, sin entender que esto no es una dicotomía. Si queremos gozar de estos servicios ecosistémicos, tenemos que hacerlo con conocimiento, con conciencia y con una ética diferente a la que estamos acostumbrados.
El bienestar humano depende de la naturaleza, y en particular de los humedales porque nos entregan agua, alimento o protección ante desastres naturales, servicios cada vez más críticos para nuestra subsistencia y bienestar. Pero también requerimos de políticas públicas, acuerdos y entendimientos colectivos para mantenerlos.
Necesitamos un nuevo paradigma que nos acompañe y nos guíe a salir de esta dicotomía. Economía y conservación de humedales son posibles pero tenemos que cambiar el discurso. Hoy, al estilo Bill Clinton podríamos decir: "¡Es el bienestar, estúpido!".
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