Escape de 140 millones de ratones

El pasado 5 de julio alrededor de 690 mil salmones se escaparon desde las jaulas del centro de cultivo Punta Redonda de la empresa noruega Marine Harvest, ubicado en las cercanías de la Isla Huar, a unos 20 kilómetros al sur de Puerto Montt. 

Se trata de un hecho de máxima gravedad medio ambiental al ser una de las mayores fugas de salmones en Chile, especies que, además, escaparon con altas dosis de antibióticos, por lo que constituyen un peligro y no pueden ser consumidos por la población. 

Para que se hagan una idea al respecto: las casi dos toneladas de antibióticos que portan los salmones escapados representan un cuarto del total de los que consumen todos los habitantes de la Región Los Lagos en un año y es igual a lo que emplearía toda la salmonicultura de Noruega en cuatro años

Es por ello que no basta con que las autoridades investiguen las causas de esta fuga, sino que es imperativo que procedan con las sanciones correspondientes. No puede ser que un simple temporal, nada fuera de lo común en la zona, genere una emergencia de esta magnitud. El centro se instaló el 2017 y en menos de un año presenta esta emergencia. Es evidente que hay normas de seguridad y de impacto ambiental que no se están cumpliendo. 

En Estados Unidos, la fuga de cerca de 200 mil salmones desde un centro de cultivo se tradujo en la decisión del Estado de Washington de poner fin a las actividades salmoneras a partir del año 2025. Esto, debido a las graves consecuencias medio ambientales que ha tenido la actividad en extensas zonas de mar de ese Estado. 

Por lo que sabemos de la emergencia en Los Lagos, apenas se ha recapturado menos del 6% del total de salmones. La cifra es un verdadero fracaso y demuestra la incapacidad que ha tenido la empresa para intentar reparar el enorme daño medio ambiental que ha generado en las aguas de la Región de Los Lagos. Es alarmante que sigan libres alrededor de 650.000 salmones y sus consecuencias para el ecosistema de la región ya parecen ser irreversibles. 

La masa de salmones escapados actuará como devoradora de una gran cantidad de pescados y mariscos salvajes de la región. En un año podrían comer el equivalente al consumo de pescados y mariscos de 230 mil chilenos. O, dicho con otro ejemplo, consumirán el equivalente a un mes de toda la pesca artesanal de la Región de Magallanes. 

Pero como este es un desastre que ocurre bajo el agua, la población no consigue dimensionar el daño que se ha generado con este escape. Por ello es que en Greenpeace hemos buscado la forma de graficar la magnitud del problema. Si tomamos el peso del total de los salmones escapados, este equivale a una plaga de más de 140 millones de ratones. 

Estamos seguros que la reacción y espanto de las autoridades sería muy distinta si es que estos más de 140 millones de ratones anduvieran por las calles de Santiago y no bajo el agua en la Región de Los Lagos. 

Lo que deja en claro es que esta emergencia medio ambiental obliga a detenerse y pensar el futuro de la salmonicultura en nuestro país. Por lo pronto, eso sí, es necesario que no se permita su expansión. Más aun cuando la industria quiere ampliarse de manera importante a las aguas de la Patagonia chilena. 

De manera sorprendente, la industria causante de la emergencia en Los Lagos ahora pide ayuda del Estado para enfrentar la crisis. Mientras el ministro de Educación hace referencia a realizar bingos para arreglar las salas de clases, la industria salmonera anuncia que pedirá dinero de todos los chilenos, a través de Corfo, para enfrentar las consecuencias del desastre del que son responsables. 

Es decir, un bingo con cartones comprados por todos los chilenos para arreglar el impacto medio ambiental de una industria que siempre quiere jugar a cartón lleno, pero solo con beneficios para ellos.

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