A fines del año 2022 comenzó un ciclo de brotes de influenza aviar en varios países de América, por medio de las rutas anuales de las aves migratorias. Esta enfermedad viral altamente contagiosa y que afecta principalmente a aves domésticas como pollos, pavos, patos y codornices, así como a aves silvestres, causa un gran impacto en la biodiversidad, el comercio internacional, los sistemas productivos y en la seguridad alimentaria.
Actualmente son 16 países de la región los que han informado casos de aves infectadas, contabilizando alrededor de 8,5 millones de aves que han muerto o han sido sacrificadas para controlar la enfermedad. Además, se han reportado contagios en mamíferos y humanos, como es el caso de Chile. Es importante precisar que la influenza aviar no se transmite a humanos por comer carne de ave o huevos, por lo cual es seguro consumir esos alimentos, siempre bien cocidos.
Este complejo escenario ha demandado acciones urgentes por parte de los distintos servicios nacionales encargados de la sanidad animal, los cuales han aplicado medidas para el control y la prevención, a fin de evitar pérdidas mayores en la producción avícola, así como en los medios de vida y subsistencia de las personas.
En este sentido, destaca el trabajo realizado en Chile por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) y por el Ministerio de Salud con la implementación de medidas de bioseguridad, protocolos y campañas informativas para la detección temprana y el control de casos a nivel nacional, junto a distintos actores del sector como productores avícolas comerciales, de traspatio, empresas, academia, investigadores y consumidores.
La emergencia aún continúa y el camino para enfrentar la contención y propagación del virus en el país y en la región sólo es posible mediante la coordinación en todos los niveles. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está colaborando con asistencia técnica para proteger la salud pública y las aves, y reducir el riesgo de una mayor diseminación en el continente.
Para apoyar la emergencia, la Organización convocó un encuentro con los máximos representantes de los servicios veterinarios de ocho países de América Latina y el Caribe para elaborar un plan de acción conjunto. La instancia culminó en dependencias del laboratorio del SAG, donde se destacó el trabajo que cumple el servicio chileno en la toma de muestras y donde las autoridades expresaron la importancia de abordar la problemática desde una mirada global y de cooperación internacional.
Además, se ha entregado material para la toma de muestras y equipos de laboratorio, así como elementos de protección personal en diversos países. A esto se suma el reciente lanzamiento de un curso virtual dirigido a más de 700 profesionales de servicios veterinarios públicos y privados que participan directamente en la vigilancia, detección, prevención y respuesta ante la influenza aviar en la región.
Este conjunto de herramientas permitirá seguir fortaleciendo la capacidad institucional, la implementación de medidas de bioseguridad en las granjas avícolas y fomentar una comunicación clara y transparente con la población. Así, esperamos seguir colaborando en la generación de capacidades y en la coordinación de programas y políticas que permitan una acción sinérgica y preventiva que minimice el impacto sobre los sistemas alimentarios.
No podemos olvidar que estas enfermedades "transfronterizas" de animales no solo pueden generar un impacto en el suministro de alimentos, sino que también afectan a nivel de salud pública, por ello es importante que el control de la enfermedad en aves se dé de manera coordinada y bajo un enfoque de "Una Salud".
En esta línea, la FAO promueve la aplicación del enfoque "Una salud" como parte de la transformación del sistema agroalimentario a favor de la salud de las personas, animales, plantas y el medio ambiente. Esto se traduce en una variedad de agentes y labores relacionadas con la agricultura sostenible, la sanidad animal, vegetal, forestal y acuícola, la inocuidad alimentaria, la resistencia a los antimicrobianos y la seguridad alimentaria.
Estamos ante una oportunidad para reforzar los mecanismos colectivos y de colaboración regional para proteger los medios de vida y a la ciudadanía, a las aves y el medio ambiente, y asegurar la disponibilidad de alimentos inocuos y saludables para avanzar hacia una agricultura más sostenible y resiliente.
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