El Ejecutivo ha buscado dar respuestas a los desafíos del fenómeno social de la inmigración a través de una nueva legislación e implementando visas especiales.
Asimismo, los gobiernos locales han integrado a sus vecinos extranjeros en colegios y consultorios. Medidas como las señaladas deben formar parte de una política migratoria responsable y visionaria, que nos permita disfrutar de los importantes beneficios de la interrelación entre personas de diferentes orígenes y culturas.
Sin embargo, aunque algunas de las respuestas buscan ser soluciones positivas, se convierten en hechos negativos que generan rechazo hacia el inmigrante por parte de los chilenos, y no por que la implementación de las normas esté mal hecha, sino por el lenguaje cotidiano que se utiliza para hablar de los residentes extranjeros.
Para poder llevar a cabo una política migratoria efectiva, lo primero que hay que tener en consideración son los conocimientos empíricos que se tienen en relación a la inmigración en territorio nacional.
Ya sabemos que la cifra de inmigrantes que residen en Chile, poco más de un millón cien mil, dista mucho del número de inmigrantes que hay en países desarrollados o en los de la OCDE.
Sin embargo, parecemos convencidos de que nos estamos llenando de extranjeros, dejándonos llevar por el léxico alarmista que han utilizado el Gobierno y los medios de comunicación para referirse a la (in)migración.
Ordenar la casa es una de las frases que el Presidente Sebastián Piñera y el Gobierno usan como metáfora para hablar del “creciente ingreso” de extranjeros.
Esas palabras usadas de forma negativa, aunque vayan acompañadas de una sonrisa, transforman la situación en un problema y como algo que hay que solucionar. Y se vuelve peor, cuando la prensa no sólo repite esa frase en cada noticia, sino que la amplifica con otros enunciados todavía más alarmistas.
El 10 de abril de 2018, Sebastián Piñera anunció las visas especiales para haitianos y venezolanos que quisieran residir en el país de forma permanente.
Desde ese día, hasta dos semanas después, 14 de los medios de comunicación más consultados por los chilenos (de prensa, radio, televisión e Internet) trataron el tema con 40 titulares diferentes.
En 26 se presentó el hecho con palabras negativas que crean animadversión hacia la inmigración, 12 plantearon la noticia de forma neutra y dos lo hicieron en tono positivo, lo cual refleja que mayoritariamente se le ha dado un tratamiento nocivo, aunque no todos los medios plantean este fenómeno como algo terrible.
Dentro de los negativos, los conceptos más alarmistas fueron, plan de contingencia, orden, regularizar, restricciones en el ingreso, control de la fuerza laboral extranjera, colapso, tendrán que regresar, cambiar la realidad migratoria, explosiva afluencia, en masa y no podrán ingresar.
Estos 26 negativos utilizan, como dice Teun A. Van Dijk en su libro Racismo y análisis crítico de los medios, una semántica del pánico que sitúa a estas noticias en primera plana, y resalta la gravedad del problema utilizando metáforas comunes como “explosiva [afluencia]” o “en masa”. De ese modo, como explica el autor, los medios hacen patente que la inmigración debe ser considerada como un tema nacional.
Señala además que la prensa genera pánico a través de la frecuencia y el tamaño de la cobertura magnificando el proceso, hecho que se refleja en los medios chilenos.
Durante 15 días hubo más de 40 alusiones al tema de la migración, a veces en primera plana, es decir, se publicaron casi tres noticias diarias al respecto. A mayor abundamiento, se repiten algunas palabras hasta el cansancio como orden, regularización o plan de contingencia, las que enfatizan retóricamente los problemas con un estilo que resalta la gravedad del asunto.
El problema de esta semántica del pánico que describe la situación de la minoría inmigrante con estereotipos y de forma negativa, es que se usa en casi todos los medios de comunicación que son prácticamente la única vía que tienen los chilenos de informarse sobre el tema, resultando de esto una visión sesgada y negativa que lleva a los ciudadanos a asustarse de las olas inmigrantes que llegan a Chile, o de la inundación haitiana que debemos enfrentar.
Así lo señala la revista Diálogos Educativos Nº31 de 2016 cuyo objeto de estudio fue “La construcción social del sujeto migrante en Chile y sus consecuencias en educación”.
En ella se plantea que “60% de los chilenos encuestados considera estar de acuerdo o muy de acuerdo con la idea que los extranjeros compiten con los chilenos por los puestos de trabajo, coincidiendo con algunas de las ideas difundidas en los medios de comunicación”.
Y agrega: “la tendencia visible en las distintas preguntas muestra que la mayoría de los chilenos cree que deberían venir unos pocos extranjeros, independiente si tenían o no similitudes con su raza y nivel socioeconómico, lo que reflejaría una actitud ligeramente negativa hacia la migración”.
Lamentablemente, los inmigrantes no se pueden representar a sí mismos, entonces la prensa los “representa” a través de la información que publica respecto de ellos, haciendo que la percepción ciudadana se condiga con lo que nos muestran titulares como estos: Las alternativas que baraja el gobierno para controlar la fuerza laboral extranjera / Se desvanece el sueño de los haitianos en Chile / Chile, el nuevo destino de la diáspora haitiana / Haitianos colapsan Extranjería al entrar en vigencia Visa Consular de Turismo / Gobierno anuncia la creación de cinco nuevas visas para cambiar la realidad migratoria en Chile / Explosiva afluencia de venezolanos en el consulado chileno en Caracas en primer día de nueva visa / Venezolanos en masa en el consulado chileno por visa.
Con ese tipo de titulares, se va desarrollando una realidad y una identidad completamente creadas, convirtiéndolos a ellos en el “otro” que señala Edward Said en Orientalismo, en contraposición con el “nosotros”, generándoles a “ellos” una sensación de persecución lo que resulta en que se vean obligados a explicarnos a “nosotros” por qué están en Chile y que no nos quieren “robar” el trabajo (ni cualquier otra cosa).
Said explica que “la creación de una identidad implica establecer antagonistas y otros cuya realidad esté siempre sujeta a una interpretación y a una reinterpretación permanentes de sus diferencias con nosotros”.
Y es justamente lo que ha hecho la prensa y el Gobierno, pero su interpretación elaborada a partir de las palabras que se utilizan, ha generado cambios en la forma de aproximarnos al extranjero, sobre todo al inmigrante latinoamericano y más aún al de color, al punto de cambiar la legislación, la conducta y la legitimización de la violencia, sobre todo aquella verbal.
Ignorando completamente que esa “identidad humana no solo no es natural y estable, sino que es creada e incluso, en ocasiones, creada completamente” (E. Said).
Por supuesto que el fenómeno de la inmigración requiere una respuesta del Gobierno que se haga cargo de los desafíos y efectos negativos que puede conllevar, hacinamiento, salud, cesantía, pobreza, etc., pero las soluciones no deben utilizar un discurso que criminalice o estigmatice al inmigrante, porque si el Presidente lo hace, es altamente probable que los medios repliquen su discurso y que, por lo tanto, la ciudadanía en general utilice los mismos términos.
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