Arcaica

Jamás se me ha pasado por la cabeza, ni un segundo, votar por el candidato José Antonio Kast, ni aunque tuviera la certeza de que su victoria rebajaría mis impuestos. Si bien la diferencia entre Jara (26,8%) y Kast (23,9%) fue menor a la que anticipaban las encuestas, los resultados del 16-N me han enseñado que soy una arcaica.

Todo lo que creía, y no sólo eso, que la alta participación favorecería a la izquierda, era mentira. Durante años me he negado a aceptar algunos eventos, que ahora último han demostrado de manera contundente la persistencia de las dinámicas ultraderechistas, la polarización política, el surgimiento del populismo de derecha, la desinformación masiva y la erosión de consensos internos, lo que demuestra que el modelo ideológico con el que me identifico no es inmune a la inestabilidad. Pero mis propios vecinos votantes de Kast me lo han confirmado. Y como soy una arcaica no entiendo nada, nada de nada.

Nunca en mi vida he votado a un candidato de la ultraderecha. Como soy una arcaica del siglo XX, he votado muchas veces a personas que ni siquiera me gustaban, pero encarnaban de alguna manera con el ideario con el que me identifico. Jamás se me ha pasado por la cabeza, ni un instante, votar al candidato republicano, aunque tuviera la certeza de que su victoria rebajaría la cuota de mis impuestos, eliminaría las contribuciones y haga de nuestro sistema tributario algo más simple. Soy consciente de que por estos días hay muchas cosas en juego.

No soy nadie para reprochar a miles de trabajadoras y trabajadores que hayan votado al republicano pensando en la seguridad como eje central, o en las deportaciones masivas y vuelos chárter, o en recorte fiscal de US$ 6.000 millones en 18 meses (que hasta ahora el candidato ultraderechista José Antonio Kast no explica de dónde los va a recortar) o en la rebaja de las pensiones. Pero fíjense que, aunque soy arcaica, ingenua no soy.

Sé que Kast está en el plano de las falsedades sistemáticas hace rato y hace rato entró en un mundo paralelo. Espero que la situación del 14 sea distinta a la vivida el 16 de noviembre, y que algunos sientan la diferencia de votar a un ultraderechista. No es tan difícil. Es cosa de mirar las realidades de países hermanos como la Argentina de Milei y el Brasil de Bolsonaro, por cierto, ahora en prisión por golpista. Sé que los arcaicos como yo seguirán votando lo de siempre, pero no entenderemos lo que votan los demás. Y lo que es peor es que tampoco llegaremos a reconocer el Chile que arrancará el 14 de diciembre si gana Kast.

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