"Caminante no hay camino, se hace camino al andar", Antonio Machado
Pensar Chile, organización que tengo el orgullo de dirigir, frente al momento que vive nuestra amada nación, nos convoca a la siguiente reflexión: Nuestra Patria nos pertenece a todos y a todas por igual, sin excepción, y tenemos el deber de cuidarla y protegerla.
Hoy hacemos un llamado de alerta a la comunidad de chilenos y chilenas, en especial a quienes tienen la mayor responsabilidad al conducir los destinos del país, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y, con especial atención, Poder Judicial.
Ha trascurrido medio siglo desde el fatídico 11de septiembre de 1973. ¿Cuánto hemos aprendido de esa larga y oscura noche que envolvió a la patria? El Poder Judicial está llamado a impartir justicia y hace 33 años del retorno de la democracia, miles y miles siguen esperando.
Hoy tenemos una democracia y, a la luz de los últimos acontecimientos, se la maltrata con la corrupción, la violencia y la inseguridad. La desinformación a través de medios de comunicación abiertos, y también en redes sociales, tensionan cada vez más a nuestra sociedad.
Aún en Chile somos dos cuerpos sociales irreconciliables. Esto viene desde la Independencia, con los pipiolos y los pelucones. De esta división debemos hacernos cargo, es sano disentir y hacerlo con respeto es lo que hace a los pueblos dignos. Si esta división perdura y no se vislumbra en el horizonte cercano, un camino de paz, nuestra sociedad seguirá en las penumbras, y eso no lo podemos permitir.
La mentira, la corrupción y la muerte no tendrán jamás la última palabra. Por el contrario, tenemos el deber -todas y todos juntos- de encontrar la senda precisa que nos convierta en una hermosa sociedad de hermanos.
"El Alma de Chile", la profética homilía del cardenal Raúl Silva Henríquez, pronunciada en 1974, cobra más vigencia que nunca, cuando nos señala con insistencia que "Chile es una gran nación para quererla, no solo por su vasto y hermoso territorio, sino, por su esforzada e indómita gente".
Caminos de paz es la senda que debemos -entre todos- recorrer antes que sea demasiado tarde, una atmósfera propia del pasado parece apoderarse del país. Los oídos están sordos y los sentidos anulados. Necesitamos acuerdos, un Gran Acuerdo Nacional, que le entregue sentido a la gente. No avancemos hacia un estado de "riesgo vital", trabajemos para mantener la sana e imprescindible convivencia nacional.
Si la sociedad se vuelve indiferente, la violencia crece como espiral interminable, y acabará volviéndose contra los que la usaron para destruir a otros. Esa trágica experiencia ya la sufrimos en el pasado reciente. Es, por tanto, un imperativo abrirse al debate, a confrontar las posiciones de otros y disponerse, seriamente, a considerarlas. En Chile no sobra nadie.
La patria no está siendo fiel a sus tradiciones. La "amistad cívica" no es solo el día que nos llaman a votar. El interés personal está muy por sobre el deber colectivo y eso no es el Alma de Chile. Hemos venido a servir a la nación, y no a servirnos de ella.
Partiendo con el valor supremo de respetar la vida y los más elementales derechos humanos. La justicia social, debe ser un imperativo para gobernantes y gobernados. Educando en la libertad -inalienable- de ser persona, con valores transcendentes, que nos permitan mirarnos como hermanos de un mismo país, que construyamos generosamente entre la ciudadanía.
No existe sacrificio ni humillación cuando se pide y se ruega por la Patria, es una tarea que debemos asumir ahora... ¡con la ayuda de Dios!
A las puertas de la primavera Chile florece. Que florezcan las ideas, que se haga espacio al respeto, a la solidaridad, a la tolerancia, para que la dignidad llegue a todos los rincones de nuestra tierra.
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