Chile, ¿para donde vas?

Nací en un Chile mucho más pobre, pero donde había ciertas seguridades para todos sus habitantes. Una salud y educación gratuita y de calidad.

Mis hijos y mis nietos han nacido en un país más rico, pero que no tiene nada asegurado. En un país donde hay que rascarse con las propias uñas. Hay que luchar por asegurar los bienes básicos y los suntuarios que nos ofrece la sociedad de consumo como necesarios.

La vida para el 90% de los chilenos se torna dura. Permanentemente estás pendiente de un hilo de perder lo que has conseguido. Basta una enfermedad grave, una pérdida de empleo o una jubilación para retornar al camino que con sacrificio habías salido. Hoy con la pandemia, la clase media emergente, está volviendo a la pobreza.

Mis nietos y los tuyos no merecen este presente y menos el futuro que le ofrecemos. Hoy, por justicia y dignidad humana, tenemos todos que trabajar por un futuro más estable y seguro para todos. De no ser así, de nada sirve el crecimiento, porque para seguir teniendo una vida llena de angustias, llena de farmacias para aplacar nuestras dolencias psíquicas que se transforman también en físicas, no tiene sentido alguno.

El crecimiento por el crecimiento no vale, si no hace más feliz a todos, porque en definitiva sus frutos no son experimentados por la mayor parte de la sociedad que vive en un precario goce de bienes.

Es por  eso que debemos rescatar lo mejor de nuestra historia social y sin duda alguna volver a reivindicar la necesidad de una salud y educación de calidad para todos. Además, de   salario mínimo justo y una pensión básica solidaria, equivalente al sueldo mínimo, asegurada para todos.

En una sociedad más solidaria, con esta base mínima asegurada, las generaciones futuras podrán ser más felices, como son los países que mantienen un sistema de bienestar, que hoy están en los primeros niveles de felicidad en el mundo según la ONU.

Es un plan que debemos asumir como nación para unos 5 o 7 años, e ir avanzando gradualmente. Pero también hoy, el actual gobierno, debe definir políticas de solución de esta crisis, que vayan en esa dirección y no solo limitarse a aplacar problemas. Eso es lo que diferencia a un presidente de un estadista. El primero “administra” solamente, el segundo “gestiona” con visión de futuro.

En medio de esta crisis de proporciones, inserta también en el Estallido social, necesitamos un gobierno con visión de estadista y no de administrador.

Chile necesita urgentemente un cambio de mirada y es lo que todo el mundo reclama.

Por la importancia que tiene para la elite política y económica nacional, que mayoritariamente se declara católica, quisiera citar al Papa Francisco: “El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo.”  (Evangelii Gaudium 204)

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