Desafíos políticos de 2026

El año 2025 llegó a su fin junto a un extenso y desgastante ciclo electoral. El resultado fue claro: José Antonio Kast, candidato del Partido Republicano, se impuso a la abanderada del Partido Comunista y liderará el país durante los próximos cuatro años bajo la premisa de un "gobierno de emergencia". Con ese telón de fondo, 2026 se perfila como un año cargado de desafíos políticos, tanto para el nuevo mandatario como para el sistema político en su conjunto.

El primer desafío será la conformación del Poder Legislativo en su fase inicial: la definición de las presidencias de las cámaras y de sus respectivas comisiones. Este punto es crucial, pues el primer año de gobierno suele concentrar la mayor cantidad de proyectos aprobados, muchos de ellos estructurales. En ese contexto, ha surgido con fuerza el nombre de Pamela Jiles, del Partido de la Gente, como eventual figura clave. Sin embargo, una mala lectura en esta etapa podría hipotecar la capacidad del Ejecutivo para impulsar su agenda. El oficialismo deberá actuar con cohesión y pragmatismo si quiere asegurar gobernabilidad y eficacia legislativa.

Un segundo reto será aprovechar la denominada "luna de miel" presidencial. Históricamente, este período se extendía cerca de seis meses; durante el gobierno de Gabriel Boric, apenas superó los 100 días. Kast y su coalición saben que su triunfo en segunda vuelta se explicó, en parte, por votos prestados. Las prioridades ciudadanas son claras: seguridad, economía y migración. Cualquier desviación hacia disputas identitarias o agendas accesorias podría erosionar rápidamente el capital político inicial. Hasta ahora, las señales del Presidente electo apuntan a concentrar la agenda en esas urgencias, lo que constituye un primer acierto.

Un tercer desafío, no menor, será definir la postura del nuevo gobierno frente a la candidatura de Michelle Bachelet a la secretaría general de Naciones Unidas. Más allá de las complejidades propias de esa elección, el respaldo o rechazo del jefe de Estado chileno tendrá efectos internos. Apoyar su candidatura podría abrir espacios de diálogo con la oposición y desactivar prejuicios sobre la incapacidad del nuevo oficialismo para construir acuerdos. Incluso, en un escenario favorable, proyectaría liderazgo regional y fortalecería la imagen internacional del país.

Finalmente, Kast enfrentará la tarea más compleja: impulsar una agenda de cambios en un Congreso fragmentado. Aunque cuenta con mayoría relativa, muchas de las medidas necesarias serán impopulares y exigirán negociación política. En un sistema donde no pocos actores privilegian el cálculo electoral por sobre el interés general, la gobernabilidad dependerá menos de la fuerza numérica y más de la capacidad de liderazgo.

El 2026 no será un año de comodidad política. Será, más bien, una prueba de madurez institucional: para el gobierno, para la oposición y para una clase política que deberá decidir si está dispuesta a anteponer el país por sobre sus propias agendas.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado