El título de esta columna se refiere a la declaración de un funcionario de Gendarmería, quien graficó la profunda crisis carcelaria que atraviesa el país tras un intento de fuga de cinco reos desde el penal Colina I durante las Fiestas Patrias, afirmando que no pueden seguir enfrentando el crimen organizado "con una polera y un bastón". Es la triste realidad que afecta a miles de funcionarios de esta estratégica institución, que hoy hacen esfuerzos superlativos por mantener el control del Estado al interior de los recintos penitenciarios con los escasos y precarios recursos que cuentan en la actualidad para cumplir con esta trascendental labor.
Son varios los llamados de atención y las alertas que han levantado los funcionarios de Gendarmería respecto al riesgo de que llegue el momento en que no puedan contrarrestar el poder de las bandas criminales al interior de las cárceles, como ha ocurrido en otros países de la región, donde hemos podido apreciar con crudeza los efectos negativos cuando eso ocurre.
Sin embargo, pese a estas banderas rojas expuestas, las autoridades de Gobierno poco y nada están haciendo para enfrentar el problema, porque al igual que con todo el sistema de seguridad pública, estamos frente a una administración que se encuentra sobrepasada en sus capacidades y que muestra escasa voluntad para hacerse cargo de la magnitud de lo que está sucediendo. Efectivamente tenemos a una institución que ha sido siempre el hermano menor del resto de las entidades de la seguridad pública, cuando cumple una labor tan relevante como la que realizan las policías en las calles con el control del orden público y el resguardo del estado de derecho. Es más, son un eslabón fundamental en la lucha contra la delincuencia y el crimen organizado, porque de nada sirve que Carabineros y la PDI cumplan muy bien sus funciones en el exterior, si el sistema penitenciario está colapsado y superado en su capacidad de control de las cárceles. No es posible enfrentar con éxito este flagelo sin la adecuada tarea de Gendarmería.
Por lo tanto, estamos frente a una mesa que tiene una pata coja, porque una de sus partes está teniendo serias dificultades para cumplir con sus funciones, por más que el personal de Gendarmería realice con gran profesionalismo y vocación su trabajo. Los riesgos actuales son evidentes también en otros planos, como la posibilidad que aumenten los focos de corrupción al interior de los penales, ya que las bandas criminales, que incluye a las transnacionales, buscan precisamente hacer un forado en el sistema penitenciario intentando sobornar al personal de Gendarmería.
Condiciones laborales desmejoradas, salarios insuficientes, falta de equipamiento e infraestructura son parte de los problemas que debe enfrentar hoy la institución y sus integrantes, quienes están sometidos a una fuerte presión diaria, por la compleja labor que les corresponde cumplir. El Estado les está fallando a estos servidores públicos, y este gobierno parece no inmutarse ante este dramático escenario.
El camino para resolver el actual estado de situación no es sencillo, considerando que son tantas las crisis que vive actualmente el país, agravadas por un gobierno que ha improvisado desde el día uno que asumió su gestión, lo que hace muy complejo poder hacerse cargo de cada una de ellas. Por lo mismo, es obligación del Ejecutivo focalizar los esfuerzos y recursos, donde, sin duda, Gendarmería es una prioridad que no se puede seguir postergando, o las consecuencias se comenzarán a observar muy pronto con altos costos para todo el país.
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