¿Cuál normalidad? Chile ante el desafío político de la pandemia

Una semana más de pandemia, una semana donde nos piden volver a la normalidad. Un reciente artículo de la BBC Mundo señalaba que la idea del gobierno de Chile de empujar una “nueva normalidad” era una apuesta arriesgada y polémica.

El ministro Mañalich que ha sido, en los hechos, el jefe de gabinete, está tratando de convencer a Chile de que es momento de desescalar el confinamiento, cuando aún no hay evidencia contundente a nivel mundial ni un método validado por la comunidad científica para hacerlo.

Recientemente, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) indicó que el punto más relevante está en la cantidad y calidad de los testeos que se hagan masiva y aleatoriamente a la población. Y esta ha sido la respuesta más débil del gobierno ante la crisis sanitaria.

En Chile, vamos en la dirección contraria y reiteradas veces se ha criticado la poca publicidad y transparencia con los datos tanto a la comunidad científica como a la población en general. Justo este miércoles el subsecretario de Redes Asistenciales del ministerio de Salud, Arturo Zúñiga, reconoció que pudiéndose hacer cerca de trece mil exámenes diarios, se realiza menos de la mitad de ellos. Las lecciones de los países más exitosos en enfrentar esta pandemia nos superan por mucho en el número de test por habitante y la OCDE ha señalado que una mejor información ayudaría a lograr tres objetivos.

Hacer seguimiento de nuevos casos para evitar el resurgimiento de brotes locales lo antes posible; identificar a las personas previamente infectadas que pueden volver a trabajar de manera segura; revitalizar la economía y fortalecer el personal de salud y por último, generar inteligencia sobre la evolución de la epidemia, incluso cuándo se ha alcanzado un umbral para la inmunidad de rebaño.

En el caso de COVID-19, se ha estimado que entre el 50% y el 60% de la población necesita ser inmune al virus para detener su propagación, según datos de la OCDE.

En Chile nos piden volver a una “nueva” normalidad, pero ¿a cuál normalidad? Si es a la previa al Estallido social, creo que no es sólo aventurado, sino sería un intento burdo e ineficaz. Pero de este gobierno ya nada sorprende.

El estilo confrontacional de Mañalich es funcional a la estrategia general de la Presidencia que optó por ganar con el COVID-19 lo que había perdido de octubre a febrero en confianza y credibilidad ciudadana. Y no les está resultando.

Según un reciente sondeo de Data Influye, el 71% de los encuestados desconfía de la información que entrega el gobierno. Pero tampoco es para sacar cuentas alegres por parte de quienes hoy somos parte de la oposición.

Al analizar dicha encuesta, su director señala que “la oposición francamente no existe como actor político en esta crisis”. La crisis COVID-19 tiene a la oposición en shock, peor aún, en la irrelevancia. En una crisis sanitaria el sistema requiere decisiones y la acción ejecutiva se torna en el eje principal de la acción política.

En dicho contexto, la relevancia está en directa relación con la capacidad ejecutiva que se posea o no, por eso el ejecutivo central y local se vuelven más relevantes y los espacios colegiados (como el parlamento, el concejo regional y el concejo municipal) pierden relevancia. Entonces, ¿cómo enfrentar la pandemia políticamente?

Actualmente, tenemos dos tipos de problemas como oposición: problemas de agencia, debido a que no somos el centro de la acción, y problemas de agenda, es decir, qué proponemos, cómo lo hacemos y cómo mostramos que estamos preocupados de los problemas de todos y no sólo de los nuestros.

Para ambos tipos de problemas nuestras respuestas desde la oposición han sido débiles. Incluso buenas acciones como el emplazamiento conjunto al gobierno de todos los partidos de oposición quedó en nada producto del bochornoso incidente en la elección de la mesa de la Cámara.

Es tiempo de dar un debate autocrítico y de llegar a acuerdos de unidad, porque necesitamos un proyecto de país distinto al que hoy nos gobierna y que, de no mediar cambios en nuestra acción, se perpetuará en el poder. La pandemia nos ha mostrado las fragilidades estructurales que arrastramos. Es tiempo de hacernos cargo.

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