De la abstención a la educación cívica

Es para todos evidente que la abstención es un problema serio. Sobre todo por el impacto que tiene en la legitimidad de los elegidos. Ese es el punto, más incluso que la representación o la participación, otros dos ejes importantes a considerar, en este naipe llamado democracia. La legitimidad nos salva de la violencia y la mentira decía Hannah Arendt. Así de límite es el asunto. Nada más y nada menos.

Pues bien, como no se puede afirmar que todos los que votaron en las últimas elecciones fueron instruidos por sendos currículum escolares de educación cívica, tampoco podemos afirmar lo contrario.

Sin embargo se ha hecho, y se ha responsabilizado en gran parte a la educación cívica, su inexistencia, como una de las causas basales de la alta abstención.Se cree erróneamente que una educación cívica necesariamente lleva de suyo como a uno de sus contenidos genéricos el deber de ir a votar, o la habilidad de hacerlo cuando se den las condiciones para que ese deber se actualice.

No estoy diciendo ninguna novedad.Para los que todavía creen que la educación es un asunto de puro conductismo, están profundamente equivocados.

Un buen curso de educación cívica debe necesariamente enseñar los conceptos clásicos de la ciencia política, por supuesto.

Debe enseñar la historia de la política y sus saberes así como los fundamentos filosóficos que la han inspirado.

Debe por otra parte señalar cómo en la historia de nuestro país esas interpretaciones, con esos conceptos fundamentales, han cristalizado.

Debe por lo tanto problematizar y profundizar en los análisis e interpretaciones que a partir de ellos se pueden obtener para el fortalecimiento de la democracia, señalando además de sus límites teóricos, los peligros que pueden involucrar la dictadura, el totalitarismo o las tiranías.Estamos de acuerdo.

Pero, no sé cómo lo ven ustedes, pero yo al menos no lo veo simple, sobre todo en el punto que estamos tratando de perfilar: después de un curso de educación cívica no necesariamente me voy a transformar en un votante activo o en un abstente pasivo. El punto es que tampoco a la inversa.

Nadie sabe. De un curso así perfectamente puede resultar un abstente activo, quien, como en forma de protesta, decide no votar. ¿Por qué no? Tal vez reduzcamos la posibilidad de la abstención por enseñar el valor de votar y el deber de participar en las elecciones, pero eso en verdad lo veo todavía muy conductista de considerar.

Seguramente un buen curso de educación cívica tendrá que enseñar lo que es la “desobediencia civil” de Thoreau, y creo que con eso se lo digo todo.

Ya sé lo que está pensando, no porque enseñe la “desobediencia civil” resultará entonces que los jóvenes… ¿Ve? Es precisamente lo que le estoy tratando de decir.Tampoco, obviamente al contrario, si lo que enseño es la no-violencia de Gandhi.

El conductismo hace rato que no es una opción, lo que digo es que menos para la educación cívica.

Por lo tanto, es hora de considerar que tal vez el factor más importante para que lleguemos a tener una abstención tan gravitante como la que tuvimos sea la pobre autocrítica de la clase política en la medida que no es capaz de hacer notar su importancia, que obviamente va más allá de su propio ombligo.

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