De la madre constituida al hijo constituyente

Aclaremos conceptos para acercar el lenguaje constitucional a todas y todos: en palabras simples, si usted compra un terreno y en él construye una casa, usted es el que constituye los cimientos de su casa, por tanto, en usted recae el poder constituyente. Sin embargo, si ya lleva un tiempo constituido en su casa y decide realizarle modificaciones, entonces en usted recae el poder constituyente derivado o constituido, para poder ampliar o modificar el inmueble que ya estaba construido.

En ese sentido, ostenta el poder constituyente originario quien tiene la capacidad de crear una nueva Constitución Política de la República, y adquiere la calidad de poder constituyente derivado o constituido aquellos quienes pueden reformar la Constitución vigente (actualmente, el Congreso Nacional y el Presidente de la República).

Largas discusiones académicas se han dado respecto de la naturaleza de la Convención Constitucional. "El ejercicio del poder constituido tiene que ser respetado, así como también el ejercicio del poder constituyente tiene que ser respetado", diría el ahora ex vicepresidente Jaime Bassa. El académico Domingo Lovera Parmo se referiría a una especie híbrida de la Convención, que nace a partir de una profunda crisis social para reemplazar (y no enmendar) la Constitución de 1980 y que concluirá su trabajo con la expresión máxime del poder constituyente originario. Para concluir el rápido muestreo, Enrique Navarro precisa que la Convención efectivamente se constituye como un poder originario, pero no por eso no exento de límites, como lo es el respeto irrestricto a los derechos humanos.

A mis estudiantes, y sólo para fines didácticos, me ha parecido razonable explicar "la maternidad constituida y el hijo constituyente". La madre -el poder constituido-, tras una serie de descompensaciones en su salud -la crisis de octubre- descubrió que en su vientre crecía un pequeño pero importantísimo embrión - el Acuerdo por la Nueva Constitución-, que sería confirmado tiempo después -con el plebiscito de entrada-.

Se vislumbró qué sexo tendría -la Convención Constitucional-, y en su vientre este embrión creció, se desarrolló y nació el 4 de julio de 2021. La madre tuvo fuertes dolores de parto -en una maratónica jornada de instalación de la Convención que no fue para nada fácil- pero que, al final del día, logró ver nacer a su hijo constituyente. A partir de ese momento, el hijo constituyente ya tenía vida propia e independiente de su madre constituida. Había nacido el poder constituyente originario.

Como todo recién nacido, aprender a dar los primeros pasos no fue fácil (un durísimo desprestigio comunicacional, las dificultades técnicas en la instalación, y errores humanos en el seno de la misma Convención). Sin embargo, al poco andar, el niño ya sabía leer y escribir (se conformó un cuerpo orgánico, una estructura de trabajo y el Reglamento de la Convención vio la luz). Hoy, el joven sigue creciendo y educándose (recibiendo propuestas, iniciativas populares de mociones constitucionales, audiencias públicas, entre otras).

Ya han pasado 6 meses de aquel entonces. Ese niño constituyente ya es un adulto joven, quien ahora, con su cambio de mesa directiva, debe pensar en su futuro y consolidar su proyecto de vida (la concreción de las nuevas disposiciones constitucionales) para que, de esa manera, hacia el ocaso de su vida en julio de 2022, se consolide su legado con el plebiscito de salida, y ya en la ancianidad y ad portas del fin de sus días, le otorgue a Chile el mejor recuerdo de su existencia en esta, su vida terrenal, y en los anales de la historia republicana como el proceso más importante de su vida independiente.

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