Desinformación, bots y democracia en riesgo

La reciente visita de Carmen Marta Lazo y José Antonio Gabelas a la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), con su conferencia sobre desinformación en la sociedad de la información, puso en evidencia una paradoja decisiva: nunca tuvimos tantas posibilidades de acceder al conocimiento, pero nunca fuimos tan vulnerables a la manipulación mediática.

En Chile, el fenómeno cada día se visualiza más claro. Ejemplo de ello es la denuncia de CHV sobre la existencia de una red de bots para intervenir en la conversación pública desde la ultraderecha. ¿Qué implica ello? Que miles de cuentas repiten consignas, instalan sospechas y generan consensos ficticios. Sunstein (2021) advirtió que estas "cámaras de eco" no solo refuerzan prejuicios, sino que fabrican climas sociales artificiales que condicionan la opinión pública. Y lo más preocupante es que los medios tradicionales, en lugar de desarticular la maniobra, muchas veces amplifican los mensajes virales sin mayor contraste de la fuente. Este fenómeno no se reduce a nuestras fronteras. En el plano internacional la manipulación mediática ha sido parte central de estrategias políticas. De hecho, las operaciones comunicacionales están buscando apuntar a una política exterior que consolide internamente las bases electorales. El recurso es simple: repetir hasta el cansancio un mensaje diseñado para generar miedo, que luego salte de lo digital a los medios tradicionales y porque no, luego atacar.

Estos casos muestran cómo la desinformación, cuando no existe ciudadanía preparada para leer críticamente, puede moldear la democracia desde la emoción y no desde la razón. Lo cual es preocupante, cuando los medios de comunicación en vez de actuar como contrapeso, frecuentemente amplifican estas narrativas.

¿Cabe preguntarse cuanto pesó la desinformación en el desenlace de los dos procesos constituyentes chilenos? ¿Cuántas narrativas y cuentas coordinadas llegaron sin verificación a las portadas de los noticieros y diarios? Seguramente una ciudadanía con escasa alfabetización mediática y análisis crítico de medios fue terreno fértil para operar y manipular. Mirando hacia atrás, ¿podemos evidenciar que el proceso se evaluó más desde las emociones fabricadas digitalmente que desde el debate informado? Claramente, todos perdimos.

Por hoy, la preocupación por la desinformación ha empujado a los medios a reaccionar. El pacto reciente de periodistas de diversos países para garantizar cobertura ética y rigurosa de la guerra en Gaza refleja que la libertad de prensa no se defiende solo de las censuras estatales, sino también de las operaciones digitales que buscan manipular el relato informativo y, por tanto, es aquí donde radica la urgencia de la alfabetización mediática y de la Educomunicación. Como ha señalado la Unesco (2019), no basta con consumir información: es necesario formar a la ciudadanía en pensamiento crítico, en la capacidad de verificar, contrastar y comprender las intenciones detrás de los mensajes. La Educomunicación implica articular escuela, universidad, medios y comunidades en una pedagogía de la comunicación que devuelva a la ciudadanía su poder de discernimiento.

Noam Chomsky ya lo advirtió hace décadas: los medios pueden convertirse en dispositivos de "manufactura del consentimiento". Hoy, esa manufactura se perfecciona con algoritmos y ejércitos de bots que colonizan la conversación pública. Por eso, la alfabetización mediática no es un lujo, es un derecho democrático.

El desenlace es evidente: una democracia cada vez más debilitada. La democracia se erosiona lentamente, cuando dejamos que la mentira se normalice, desplazando la verdad, cuando el debate se reduce a consignas y cuando las y los ciudadanos/as, terminan votando bajo el influjo de la fábrica digital de emociones sustituyendo a la deliberación.

Sería bueno, atrevernos a firmar, antes de las próximas elecciones de gobierno, un pacto por la verdad. Un compromiso que denuncie sin ambigüedades el uso de bots, que exija transparencia en campañas y que coloque a la Educomunicación en el centro de la formación ciudadana.

La democracia no se pierde de un día para otro: se entrega, poco a poco, cuando dejamos que la mentira se normalice. Por eso hoy la tarea es clara: no pactar con la desinformación. Exigir a las y los políticos que no se amparen en ejércitos digitales. Reprochar a los medios cuando legitiman lo que nace del engaño. Y asumir nosotros/as, como ciudadanía responsable, la misión de verificar, contrastar y educarnos en lectura crítica de medios. El futuro de nuestra democracia depende de ello.

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