Egoísmo e indiferencia, el desafecto por los otros

La motivación por saber el porqué de la pobreza en tiempos de abundancia, cuál es la causa primera de la degradación del medio ambiente, cómo se intenta remediar la situación de sobre explotación de los recursos naturales, cuáles son los derechos vulnerados y cómo el sistema internacional actúa a favor de remediar la situación, se asumió como interrogantes para la siguiente reflexión.

¿Podrá ser viable un derecho al desarrollo de los pueblos en tiempos de desafectos? Tal vez podremos entender el asunto en la perspectiva que nos presenta aquel conocido tango argentino que en resignación señala, “este mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también…”.

Dicha expresión no somete a consideración que tal vez hoy estamos más desafectos que antes, porque existen incentivos más poderosos para ello, acomodados en un marco político general que se desembarca de la moral.

En efecto, al contrastar los principios ‘rectores’ del orden internacional versus el actuar de los Estados, las políticas de la gobernanza económica mundial y sus consecuencias en la distribución del ingreso mundial, podemos señalar que la idea de progreso (constante y ascendente), tan propia de la modernidad, es difícil de corroborar o contrastar con la realidad.

Debemos mostrar un fastidio ante el sinsentido de los Estados amorales que han sido característicos desde la teoría de las relaciones internacionales en el siglo XX.

Hans Morguenthau, Kenneth Waltz y Henry Kissinger, entre muchos otros, desconocen la ética en la conducción de la política exterior.

No confundirse, tampoco se pretende buscar respuestas en los idealismos Hegelianos, Mazzinianos, Wilsonianos y tantos otros, que en algunos casos han contribuido a que la utopía se transformase en sistemas totalitarios.

Estos prescinden de la comprensión de los derechos humanos en la perspectiva de la dignidad de la personas.

En definitiva, a los primeros no les interesa la comprensión de la naturaleza humana y los segundos son más partidarios de crearla sobre supuestos mesiánicos o de autoconstrucción.

Buscaremos una vía de respuesta que a su vez nos permita observar en perspectiva las razones fundadas de una indignación.

Hemos podido apreciar en la actualidad una creciente demanda por reivindicar la dignidad de la persona humana, en un contexto de crítica al modelo de desarrollo. En tal sentido, el personalismo comunitario se nos presenta como un sostén sólido y fecundo para edificar un orden internacional a escala humana.

Los síntomas de la decadencia del modelo de desarrollo engendrado en la modernidad, nos presenta una oportunidad para presentar alternativas al modelo de desarrollo.

Sin embargo, no hay demasiada evidencia para ser optimistas y confiar en que nuestra propuesta sea incorporada.

No obstante, la crisis es un tiempo oportuno para, con voluntad y convicción, intentar persuadir de la necesidad de preguntarnos por el sentido de nuestros actos, en lo público y en lo privado, o mejor señalado, en lo cultural.

Lo nuestro es vivir con coraje esta oportunidad, ya que está de por medio la buena vida humana de multitud, como nos recordara Jacques Maritain.

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