En el período de mayor agobio y dolor en la izquierda chilena, aquel inmediatamente posterior a la entronización de la dictadura militar fascista y el derrumbe del régimen democrático en septiembre de 1973, la dirección en el interior que asumió la conducción del Partido Socialista, encabezada por los compañeros Exequiel Ponce, Carlos Lorca y Ricardo Lagos Salinas, hizo público el Documento de Marzo de 1974, una de las resoluciones políticas y programáticas de mayor trascendencia en nuestra historia.
En efecto, en sus páginas se analizan con profundidad y pasión política las causas de la derrota del gobierno popular, liderado por el Presidente Allende, el carácter y proyección del régimen dictatorial instaurado el 11 de septiembre, y se fórmula una visión estratégica del desafío que debe asumir la izquierda chilena para restablecer la libertad y la democracia en Chile.
El Documento de Marzo, visionariamente, señala que la contrarrevolución castrense propiciada por la intervención imperialista, la derecha más reaccionaria y la ultraderecha civil más rabiosa no fue un golpe de Estado como otros cuartelazos de común ocurrencia en América Latina sino que se trata de una regresión oligárquica de largo alcance que pretendía deshacer hasta sus cimientos la sociedad democrática que las luchas del pueblo chileno había logrado conquistar hasta entonces.
El objetivo reaccionario fue demoler esas bases estructurales para edificar otro proyecto de sociedad, ultra mercantilista basado en la oferta y la demanda del conjunto del patrimonio y recursos del país, incluyendo la provisión de los bienes y derechos sociales fundamentales, salud, educación y vivienda que serían privatizados y entregados al libre arbitrio de las fuerzas del mercado.
El Documento de Marzo indica que el proyecto contrarrevolucionario conlleva la perpetuación de la dictadura en el poder y el terrorismo de Estado como instrumento principal para asegurar ese proyecto de dominación. La feroz represión y atrocidades como "la Caravana de la Muerte" eran parte inseparable de ese propósito, la implantación del modelo de la desigualdad. Los crímenes y violaciones de los derechos humanos eran vesanias cometidas para que unos pocos se aseguraran la concentración de las riquezas del país.
Por eso, el Documento de Marzo plantea una política de alianzas de amplia unidad antifascista, desde la DC hasta el MIR que entonces aún existía. Por la historia anterior, de durísimas luchas callejeras entre la Unidad Popular y la DC no fue fácil asumir esa política en las filas del socialismo chileno.
Sin embargo, el coraje político y moral de la propuesta de la Dirección Interior era consistente, imposible de desconocer. Su coherencia y responsabilidad histórica se eleva y reafirma hoy ante el oportunismo y la política espectáculo.
El Documento de Marzo hizo historia. En la lucha por el triunfo del No y por la victoria electoral frente a la derecha pinochetista, en 1989, se materializó un arco democrático tan amplio que logró la victoria. El proceso no ocurrió exactamente igual a como lo pensaron nuestros compañeros de la Dirección Interior, pero, en la estrategia de la unidad más amplia está plenamente contenida la visión estratégica que ellos formularon.
En el presente, reaparece globalmente el fascismo. La humanidad vuelve a tropezar con la misma piedra de odio e intolerancia que provocó la II Guerra Mundial en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Rebrota la fiebre expansionista. Hay que estar alerta y unirse. Hoy, en la acción política, el individualismo y el egocentrismo es fatal, la tarea es garantizar la continuidad del régimen democrático, eso es lo fundamental.
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