La ultraderecha en Chile se organizó para pasar a la segunda vuelta de la elección presidencial y lo consiguió. Con ese fin masificaron el desencanto a lo largo y ancho del país, exacerbaron los ataques al Gobierno y redujeron el peso de la derecha tradicional a un impotente grupo de partidos, sin efectividad alguna en el escenario nacional. La ultraderecha actuó como lo hacen los grupos totalitarios, de acuerdo a un plan y un libreto preestablecido, cuyo propósito no era el fortalecimiento del régimen democrático ni la gobernabilidad del país, el plan obedecía a un objetivo esencial: abrirse camino al poder como fuera.
En ese plan, por cierto, hubo una conveniente distribución de roles entre las candidaturas de Kast y Kaiser, así como, una línea de acción destinada a socavar, presentándola como afectada por el Alzheimer, a la candidatura de Evelyn Matthei, y anular el surgimiento de grupos, exDC sobretodo, que intentaran organizarse con las banderas del centro político y que pudieran respaldarla. En ese aspecto fue decisiva la fuerza material de la derecha económica dispuesta a imponer ese bloque de ultraderecha al precio que fuera.
La línea de la izquierda y la centroizquierda fue certera en un punto importante: el reconocimiento de la necesidad de la unidad más amplia para frenar el plan de la ultraderecha, sin embargo, no se expresó en el ámbito de los hechos prácticos, porque hubo dos listas parlamentarias, lo que se reflejó en lamentables pérdidas de representación.
Asimismo, la militancia en el PC de la abanderada Jeannette Jara sirvió como excusa en buen número de conductas oportunistas, que se escudaron en ello para rehuir la acción común que permitiese frenar el desborde autoritario que vive, intensamente, en el corazón de la propuesta de la ultraderecha.
No hay que llorar sobre la leche derramada y corresponde ahora concentrar los esfuerzos en esta segunda vuelta ya en curso. Lo esencial es la amplitud, la convocatoria más ancha de sectores, organizaciones y personalidades que puedan concertarse para cambiar el curso de los acontecimientos. No se trata de encontrar una figura milagrosa como sería el caso de Franco Parisi, sino que de aunar el máximo de voluntades, lideradas por Jeannette Jara, que eviten el crecimiento del proyecto autoritario en nuestro país. Pero, todas las voluntades son necesarias.
Resulta llamativa la posición del grupo Demócratas, no apoya a Kast pero da por hecho que gana. Ese es el subterfugio usado para eludir su responsabilidad con Chile y nuestra historia. Que penoso observar en esa posición a personas que tuvieron las más altas tareas y oportunidades en diversos gobiernos democráticos. Esto vale también para el grupo Amarillos.
La democracia no es solo para comentarios sesudos o de buena crianza y asegurarse buenas condiciones de vida para el futuro, es también un compromiso ético, la convicción que la libertad y la democracia son esenciales y exigen aportar a la tarea común. Hay que dejar la pasividad y salvar la dignidad de un proyecto país auténticamente democrático, pero eso significa cruzarse en el camino de la ultraderecha, alertar sobre el riesgo cierto de un gobierno civil autoritario y reponer la confianza en el régimen democrático desligándose del complejo de sumisión que hoy afecta a muchos frente a la arremetida del autoritarismo.
Hay mucho por hacer, aunque el tiempo es escaso y no alcance para hacerlo todo, lo que debe estar excluido de las posibilidades es someterse a la máquina totalitaria, a sus mentiras y falsedades y al cercenamiento de las libertades y los derechos fundamentales adquiridos y repuestos por los demócratas chilenos, en una brega de largos años. Chile nos pertenece a todos.
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