El problema de fondo

Las encuestas muestran que la clase política está “a la baja”. Seguramente lo reafirmará la encuesta CEP de hoy.

La clase política no debe confundirse con “la política”.

La política, el arte de gobernar, consiste en buscar soluciones a los conflictos.

El país tiene conflictos por doquier, producto de múltiples injusticias que agobian a las personas.

No obstante, nuestra “clase política” no atina. Como muestran dos episodios: unos se niegan a asistir a La Moneda y otros prohíben las marchas, ambas actitudes, dañan la democracia.

El problema no es la política, sino los políticos. Tanto los que construyeron el modelo excluyente, concentrador y monopólico que tenemos, como los que lo administraron y mejoraron.

Las movilizaciones sociales exigen soluciones de fondo: reformas estructurales, acaso, ¿no es eso, la Renacionalización del cobre?

La clase política hace una lectura errada del movimiento social -que partió como movimiento estudiantil-, el conflicto existe porque el modelo de sociedad colapsa.

Las personas no soportan más la presión de un modelo que en lo económico “les saca dinero por todas partes”, en lo político las excluye y trata como interdictas y, en los social, las segrega y discrimina.

Las desigualdades económicas, políticas y sociales han aumentado.

En materia económica, las cifras impactan, la economía ha crecido varias veces desde 1990; sin embargo, las brechas, son cada vez más grandes, entre ricos y pobres.

La riqueza del país, los productos naturales no renovables, es expoliada por empresas trasnacionales.

También, en el caso del cobre, Chile permite que se lleven el metal como “concentrado”, con lo cual, también “exporta”, (pierde), miles de puestos de trabajo. Por fundir y refinar el concentrado de cobre en el extranjero, perdimos unos 100 mil puestos de trabajo, directos e indirectos, que el país necesita.

El despertar ciudadano, obliga a pensar en soluciones políticas de fondo.

Hay que reformular las políticas y elevar los estándares políticos de las instituciones y, sobre todo, en los cargos de representación popular.

No basta con decir que se escuche el clamor popular, o que se entienda sus demandas, si luego se niegan las marchas, eso inhibe los derechos ciudadanos y es antidemocrático.

Gobierno y oposición deben entender que la gente pide cambios profundos, que ya no bastará con seguir maquillando el modelo de libre mercado.

No hay espacio para seguir negociando cargos parlamentarios vacantes al interior de los partidos políticos, ni para que persistan los escándalos financieros.

Mientras sigan los conflictos de interés, como el ministro de Minería, Hernán de Solminihac, quien deberá fiscalizar a su hermano, Patricio de Solminihac, Director de Soquimich, empresa que explota el litio; mientras, se siga tratando al Bien Común “como un bien de consumo”, el “producto”, líderes políticos, “seguirá a la baja”.

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