El socialismo chileno está de pie

Con el correr de los días se valora más la votación del Partido Socialista en los comicios del 15 y 16 de mayo. En una severa crisis de legitimidad del sistema político logró un apoyo al nivel de su votación histórica en los municipios, así como un respaldo importante en los gobernadores y miembros de la Convención Constitucional.

El mérito principal de este resultado está en los y las militantes socialistas, ellos y ellas, que en las más complejas condiciones que se recuerden habiendo democracia se prodigaron por el territorio nacional para asegurar la continuidad histórica y la representatividad social y política del partido de Salvador Allende.

Las y los socialistas salieron a las calles con mascarillas y alcohol gel, golpeando puertas para entregar su mensaje y el nombre de sus candidaturas, recibiendo críticas y quejas, buena parte de ellas causadas no por sus propias responsabilidades, sino que surgidas del malestar social ante la ineptitud del Gobierno como también por la cadena de abusos de poder, prácticas burocráticas y tecnocraticas de funcionarios que se creyeron infalibles y llegaron a pensar que lo importante son los números y no la gente sin responder a la confianza depositada en ellos durante años.

Los militantes socialistas dialogaron en medio del dolor y las penurias de la pandemia, con los hogares angustiados por la pobreza agravada en su impacto por la aberrante desigualdad que se enraizó en la realidad social y económica de Chile. Nunca antes hubo un clima social tan difícil y fueron capaces de alcanzar la victoria. El Partido Socialista está de pie. Por eso merece un respeto irrestricto comenzando por si mismo y de sus distintos interlocutores en el escenario político nacional.

Sus raíces se hunden profundamente en la realidad chilena hace más de 80 años, el Partido Socialista nació como una potente fuerza social y política representando a los excluidos durante la gran crisis capitalista del año 29 y posteriores, desde su origen fue un partido autónomo que estableció en Chile lo que en los otros países de America Latina no ocurrió: La presencia activa y gravitante de dos partidos de izquierda.

En otras naciones fuertes conglomerados de centroizquierda, de impronta anti oligárquica, nacionalista y rasgos populistas, gravitaron decisivamente en diferentes países apagando o minimizando a las organizaciones políticas de izquierda que fueron desplazadas a un rol subordinado o irrelevante.

En Chile no fue así y no hubo marginalidad de la izquierda porque el movimiento popular no se recluyó en una sola formación política. Incluso se expresó en franjas significativas de partidos de la centroizquierda. Para ello fue esencial que el Partido Socialista fuera autónomo, que no hubiera un partido "patrón" y que el entendimiento con el PC sucediera sobre la base de una rigurosa defensa de su autonomía, tanto en el ámbito teórico como práctico.

La sola palabra resultaría veto inadmisible. Una organización supeditada a la voluntad ajena habría provocado su extinción política en el escenario nacional. No fue una trayectoria lineal, perfecta en su "pureza doctrinaria" como quisieran algunos, pero fue vital para que extensos sectores populares tanto de la clase trabajadora como de profesionales de la clase media, de modo especial, dirigentes provenientes del profesorado, así como campesinos, artesanos y pequeños productores independientes tuvieran su propia representación política.

Con el tiempo surgieron otros partidos y movimientos como el MIR, el MAPU o la IC, así también el Partido Radical se reinstaló en la izquierda e integró la Unidad Popular, con vistas a las presidenciales de 1970. Al concluir la dictadura se constituyó el PPD y el 2017 surgió el Frente Amplio y ahora ha sido notorio, el apoyo que tuvo la Lista del Pueblo en los comicios del 15 y 16 de mayo.

Esta diversidad significa qué hay nuevos desafíos y que surgen los representantes de esas demandas, la humanidad evoluciona y la lucha social experimenta mutaciones profundas respondiendo a una complejidad cada vez mayor de la existencia humana, así es impensable pensar que alguien pueda ser poseedor de la verdad absoluta. Sobre un mismo fenómeno, con los mismos criterios conceptuales, puede haber conclusiones diversas y caminos distintos dependiendo de la experiencia que tenga el analista que da su opinión. En suma, el dogmatismo que nutre el sectarismo es fatal para avanzar en el entendimiento de las fuerzas de izquierda.

Por eso, Raúl Ampuero, uno de nuestros precursores, insistía en la idea que no hay "vaticanos ideológicos" en las fuertes controversias entre socialistas y comunistas a inicios de los años 60. Luego, a fines de esa década, ante el dogma que había "leyes generales del proceso revolucionario" que debían ser aplicadas en cada país, el Presidente Allende forjó la estrategia de la "vía chilena al socialismo", un camino surgido de la realidad chilena como condición fundamental para el cambio social necesario en Chile, sumando y agrupando fuerzas diversas, sin exclusiones, tras el objetivo definido y acordado en conjunto.

Así, es inaceptable que quien pretende llegar a la Presidencia del país se otorgue la facultad de dar o quitar la condición de "honestas" a otras fuerzas políticas de carácter progresista cuya validez está en el mismo pie de legitimidad que la suya. El señor Jadue parece disponer de un mesianismo que le hace pretender una superioridad moral que no le corresponde.

El Partido Socialista se extiende a lo largo del territorio nacional y se enraíza en las fuerzas sociales que dan vida a esas regiones, su fuerza no radica en una estructura monolítica dirigida férreamente desde un centro de conducción jerarquizado verticalmente que impone una disciplina inviolable e incuestionable. El alma socialista son militantes que deliberan, discuten y critican, que salen a las calles sin medios y sin recursos, pero con una voluntad inclaudicable.

Entonces, hay que volver a insistir, las alianzas y entendimientos son recursos necesarios entre fuerzas complementarias y no supeditadas unas a otra, eso es esencial para construir mayorías y configurar una alternativa capaz de gobernar; participando lealmente en tales acuerdos el Partido Socialista no acepta vetos, es autónomo, sin más guía que el pueblo chileno a quien busca interpretar y que es su único y auténtico inspirador. El día que pierda su autonomía para decidir y resolver sobre sus aliados electorales, ese día comenzará su ocaso definitivo.

Hoy cuando la acción política atraviesa uno de sus momentos más difíciles hay que recalcar que las corrientes políticas, sociales y culturales que han atravesado la prueba del tiempo pueden vivir crisis severas en las superestructuras que las han dirigido, pero no desaparecen ni se difuminan tan simplemente como algunos se imaginan.

Estos criterios me han valido ataques arteros desde opiniones estimuladas por un dogmatismo y una odiosidad digna de mejor causa. Pero no seré acallado. Asimismo, se han producido en pocas horas versiones falseadas de la historia del socialismo chileno igual como procedía el stalinismo para descalificar y reprimir las opiniones distintas.

El PS revivió después de sufrir el terrorismo de Estado brutalmente. En 1983, las jornadas de protesta, convocadas por el Comando Nacional de Trabajadores, lograron romper el cerco represivo y liquidaron el receso político que la dictadura había impuesto durante una década. Así, de hecho, se repuso la política en su amplia diversidad y pluralismo, entre las fuerzas que reaparecieron estuvo en primera línea el socialismo chileno. Así, miles de jóvenes que nunca habían militado se sintieron socialistas como sus padres o abuelos, entonces se demostró palmariamente que el intento de suprimirlo con la más brutal represión había fracasado totalmente.

Ahora la tarea es reponer la más amplia unidad de las fuerzas democráticas de izquierda y centroizquierda, sin exclusiones ni vetos, en su diversidad esencial que constituye un patrimonio rrenunciable de las fuerzas democráticas y populares para cambiar Chile y levantar un nuevo modelo social y económico en democracia, pluralismo y libertad.

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